02 La noche de Tanya
Treinta y dos minutos más tarde.
—Se los dije—gruñó Marianna. Pero no es verdad. La que se los advirtió fui yo.
Está lloviendo a cántaros ahà afuera. Adiós a mi noche de fiesta.
—Si si lo sé—dice Zabdiel molesto. Ha perdido la partida asà que tiene esa vena marcada en la frente.
—No te enfades conmigo bolita mĂa—dice ella y le da un beso. Otra vez justo delante de mi cara. Que bonito es el amor.
—La moto está a cubierto—dijo Richard que acaba de llegar mojado junto a Christopher.
Esos dos siempre andan juntos en una moto roja que no tengo ni idea de cual de los dos será porque siempre van juntos y en ocasiones conduce uno, en otras ocasiones conduce otro.
—¿Dónde podemos secarnos?—pregunta Chris.
—Hay toallas en el baño. Segundo cajón—Les respondo y se van.
SuspirĂł. No me voy a molestar. No me voy a molestar. Al final ni tan entusiasmada estaba... O sĂ, en realidad sĂ que lo estaba. Los ojos se me llenan de lágrimas. Yo solo querĂa salir un dĂa, un dĂa no era mucho pedir. Como se atreven a arruinarlo por solo unos minutos más de Fifa, literal pueden jugar eso todos los dĂas.
—Mira lo que hiciste estúpido Sis está llorando—dice Mariana y todos se voltean a verme.
No puedo soportar la presiĂłn de su mirada, la de Erick y la de Zabdiel encima mĂo. Empiezo a llorar de verdad.
—Sis no llores.
Zabdiel corre hacia mĂ y me abraza. Me agarro fuerte a su pecho y dejo que mis lágrimas salgan. SabĂa que la noche no podĂa ir bien cuando tuve que pasarme una hora encerrada en un cuarto con Mariana maquillándose.
—Es todo tu culpa—le gritó Mariana a Zabdiel y se colocó detrás de mà y acariciandome el cabello.
—No es mi culpa, cómo iba a saber que..
—Si no te la pasaras jugando todo el puto dĂa. Me tiene más cansada la Play esa. Un dĂa la voy a quemar.
—No te atreverĂas
—¡No me digas lo que no puedo hacer!
—¡Deja el berrinche Mariana!
—¡Cállate imbécil!
—No empieces por favor.
Yo seguĂa abrazada al pecho de Zabdiel como una hormiguita desprotegida, pero eso no les impedĂa a ellos gritarse de todo. Los oĂdos me zumbaban con cada insulto.
—¿Qué no empiece qué? Tú no me dejas hablar
—Te la pasas hablando
—Mentira, soy la persona que menos habla de esta habitación
Jaj. Me parto de la risa. Buena esa.
—¿Qué? Estás loca verdad.
—Loca estuve en el momento en el que acepté salir conti...
Boooom. Se escuchó un trueno, tan grande que me aferré a Zabdiel con más fuerza y Marianna tuvo que cerrar la boca. Acto seguido la luz se cortó.
—¿Qué está pasando?
Booom Booom Bommm sonaron otros truenos y Mariana dio un grito largo y luego me abrazó a mi para poder abrazarlo a él.
Boom Bomm Bang. Comenzaron a escucharse explosiones y desde la ventana se podĂan ver como luces brillantes del cielo hacĂan contacto con la tierra.
Erick que estaba sentado en el sofá se puso de pie a echar un vistazo.
—Han explotado los transformadores elĂ©ctricos—dijo— Y al parecer por la lluvia ha habido un corto circuito, pero no podrĂa estar seguro.
—Traduce—dijo Mariana ya dejándome libre.
—Como mĂnimo un dĂa entero sin corriente ni internet.
—¡¿Qué?!—preguntamos los tres a la vez. Esto tiene que ser una broma.
—No lo es. Asà que mas les vale que sus teléfonos estén bien cargados.
Mierda. Mierda Mierda mi teléfono está como en veintiocho por ciento porque lo estuve usando mientras esperaba a que estos idiotas terminaran su partido.
—¿Eh, QuĂ© pasĂł?— preguntĂł Chris que venĂa acompañado de Richard y alumbrando con la linterna de su celular.
—Un corto circuito—respondió Erick.
Lloviendo, sin luz y sin Wifi no hay mucho que se pueda hacer y para colmo es muy temprano. Son solo las 8:41 pm.
Puse mi telĂ©fono en modo ahorrador de baterĂa, busquĂ© mis audĂfonos y me sentĂ© en una silla apartada y cerca de una vela. Por suerte mamá tenĂa unas cuantas velas y encendimos tres para guardar las otras cinco por si acaso la cosa duraba más de un dĂa.
Mariana haciendo oĂdos sordos fue la primera que utilizĂł los datos mĂłviles de su telĂ©fono y tambiĂ©n fue la primera a la que se le acabĂł la baterĂa. Luego vino el telĂ©fono de Zabdiel, que la chica utilizĂł para mirar posts de zapatos en Instagram, los celulares de Chris y Richard tambiĂ©n murieron poco despuĂ©s. Los Ăşnico que quedaban era el de Erick y el mĂo, aunque el mĂo ya estaba por llegar a 15% asĂ que opte por dejar de usar mĂşsica para ahorrar algo de baterĂa.
—Que aburrimientoooo—gritó la rubia dejándose caer sobre el sofá. Si sigue dejandose caer con esa fuerza va a tener que comprarnos un sofá nuevo—Hagamos algo divertido.
—PodrĂamos contar historias de terror—propuso Erick.
—No, ni se te ocurra—intervino la rubia al momento—cualquier cosa menos eso.
—¿Por qué, te asustan?
—A mi no, a Tanya si. ¿No es verdad Sis, que me lo confesaste arriba?
Yo jamás le he dicho tal cosa. Pero nuevamente ella me guiña el ojo y nuevamente vuelvo a cubrirla.
—Si... me dan muuucho miedo—dije suspirando.
Richard al parecer se dio cuenta de que mentĂa y me dedicĂł una pequeña risita.
—Lo siento Tanya—se disculpó Erick— si lo hubiera sabido no...
—Vamos Sis—dijo Zabdiel parándose detrás de mà y poniéndome las manos en los hombros—Será divertido.
—Zabdiel deja a Sis en paz. Si le da miedo le da miedo. Punto. Hagamos otra cosa.
—PodrĂamos jugar al Strip poker—dijo Chris y todos nos volteamos a mirarlo.
—¿Chris te volviste loco o qué?—preguntó Richard con una sonrisa de oreja a oreja.
—No tenemos nada más que hacer y el juego es divertido. A no ser que..
—Es una buena idea—dijo Mariana con una sonrisa que desapareció en cuanto se encontró con la mirada de Zabdiel— bueno al menos es mejor que lo del terror.
—No voy a jugar a un juego de encuerarse—dijo brother.
—Tu no juegas porque eres malĂsimo a las cartas—intervinĂł Richard y Ă©l y Chris comenzaron a reĂrse. Erick tambiĂ©n lo hizo e incluso Mariana poco despuĂ©s.
—Bien. Acepto el juego. Los voy a hacer picadillo.
Que provocaciĂłn más básica, pero habĂa caĂdo totalmente por ella. A veces se me olvida que los hombres todavĂa son seres primitivos.
—Yo también juego—dijo Mariana
—Y yo dijo Erick.
—Bien—comentó Christopher—solo falta...
Y entonces todas las cabezas se voltearon en direcciĂłn a mi. Yo, Tanya, la chica sentada en una silla con los audĂfonos aĂşn puestos aunque no estuviera escuchando ya nada.
—No, ella no juega—dijo Zabdiel de una.
—Si mejor no, todavĂa es una niña. Sis porque no vas arriba a tu cuarto a ver una pelĂcula o algo, esto es cosa de adultos. —dijo Mariana.
La sangre me hirvió por un momento. Estoy harta de esta chica ¿Cómo se atreve? Ya yo soy una adulta, tengo dieciocho años.
—Jugaré—dije.
y Zabdiel dio un salto y se acercĂł a mi molesto.
—No, no jugarás.
—No puedes impedirmelo, soy una adulta.
—¿QuĂ© pensarĂa mamá si le digo que...
—¡Al diablo con mamá!—gruñĂ— Ya soy una adulta. Si te digo que jugarĂ© es porque jugarĂ©.
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