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020 Strip Poker Necesito Más

 


20 Necesito Más

Todo está muy bien, la cogida maravillosa, él ya podría estar complacido pero yo... yo necesito más.

—Vamos a tomar una ducha—dijo y me jalo de la mano. Tomé la blusa, mi braga, el pantalón, los apreté contra mi pecho y lo seguí.

No tenía idea de que dentro del baño había una compuerta que llevaba a las duchas. Si lo hubiera sabido no me hubiera quedado en tetas frente a la puerta como una boba.

Puse la ropa en la taquilla más cercana y me metí bajo la ducha fría. Él vino a los pocos segundos y comenzamos a besarnos otra vez. Mi sexo todavía se sentía lleno y con ganas de de soltarlo todo, pero su pene estaba flacido y lo entiendo, todavía tiene que reposar un poco.

Mientras lo besaba aproveché para restregarme junto a él. Aunque su pene no estaba despierto frotarlo por mi vagina se sentía mejor de lo que aparentaba. ÉL se dio cuenta de mi sed de sexo y bajo la mano hacia mi culo. Solté un gemido y se lo agradecí mucho. Sus manos apretaron mis nalgas y las nalguearon hasta dejarlas rojas. Yo me abracé a su cuello y dejé que hiciera lo que quisiera. A los pocos segundos dejó de prestar atención a mi zona trasera para concentrarse en mi abdomen, lo recorrió despacio y coló dos dedos dentro de mi.

—¿Se siente bien?

Asentí. Se siente de maravilla. Cerré los ojos, podría quedarme horas y horas bajo la ducha solo disfrutando de cómo sus dedos índice y anular entraban y salían.

—¿Todavía quieres correrte, eh perra?

—Lo que se sabe no se pregunta.

Me volvió a besar y aprovechó para morderme el labio al tiempo que introducía otro dedo más dentro de mi. Mi cuerpo se elevó y él me cargó con sus brazos fuertes y me apoyó contra la pared. Su pene ya se había vuelto a endurecer y me chocaba contra la entrada de la vagina. Abrí las piernas como pude y recé porque esta vez se dejará de jueguitos. Así fue, su verga se deslizó con facilidad dentro de mi tanto como mis jugos se lo permitieron. Gemí y le arañé la espalda. Me gusta demasiado esto.

Su pelo mojado le caía sobre el rostro y las gotas de agua se le acumulaban en las puntas. Tenía el abdomen más sensual del mundo y su polla estaba ensartada en lo más hondo de mi vagina. Me sentí una chica con suerte.

Esta vez no se movía tan rápido como la anterior, pero sus caderas y la mía se sincronizan a un ritmo perfecto. El empujaba hacia dentro y yo apretaba las piernas. Por los gemidos que hacía podía decir que le estaba encantando.

Me sujetó las piernas con más fuerza y yo traté de mover el culo tanto como la posición me lo permitía. Mis tetas rebotaban delante de su cara y él las miraba como un loco hipnotizado sin dejar de moverse.

El escalofrío con el que ya estoy familiarizada me recorrió de pies a cabeza. Sabía que estaba a punto de correrme. Afinque las manos en su espalda y me moví más de prisa, él lo noto y comenzó a bombearme con fuerza.

—Dale perra, correte con toda mi verga dentro de ti.

Note como mi respiración se aceleraba y que me llamara perra solo me ponía más caliente.

—Mira cómo saltas sobre mi verga, se nota que te encanta.

No lo pude resistir más, gemí, grité y jadeé como la perra que cree que soy. Puse los ojos en blanco y comencé a saltar para todos lados enloquecida. Fue tanto el descontrol de mi cuerpo que su polla se salió de mi y para su sorpresa comencé a soltar chorros por la vagina llegando a salpicarlo.

No podía detenerlo, ni mi corrida ni los espasmos que sentía por todo el cuerpo. De hecho las piernas me temblaban tanto que ni pude mantenerme en pie, aún con los ojos en blancos y la mirada perdida me dejé caer al suelo y seguí corriendome por un buen rato. No podía verle, ni a él ni nada, todo estaba nublado y brillante. La única sensación que podía diferenciar era la del agua fría sobre mi piel ardiente. Una absoluta maravilla.

Cuando por fin mi respiración comenzó a normalizarse le vi, con la mirada pervertida y la polla aún bien dura, se agachó, me puso la mano en la barbilla y me obligó a arrodillarme- Luego metió un dedo dentro de mi boca y empezó a soltar chorros de semen en dirección a mi cara.

Me quedé inmovil recibiendolos y observando como su rostro se contraía cuando descarga toda su lechita sobre mi. Sonreí, me excitaba tanto verlo así.

Cuando terminó me extendió la mano, se notaba cansado, casi desfallecido. Imagino que luego de levantar esa pesa y echar dos cogidas hay que darle una medalla. Nos quedamos ambos abrazados bajo el agua por un largo rato. No sé si él sosteniendome a mi o yo sosteniendolo a él .

Eres una puta Tanya, eres una puta. me decía la vocecita dentro de mi cabeza. ¿Pero qué más da si me comporté como una verdadera puta o no? Al menos nadie me ha visto. 



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