Infidelidad al Teléfono
Era sábado en la noche. Mi novio, siete años mayor que yo, había salido a un viaje de trabajo y no regresaba hasta el lunes.
Me avisó de que se iba como con una semana de antelación así que aproveché ese tiempo para hacer planes. Decidí invitar a Erick uno de mis antiguos... amigos.
Erick y yo llevábamos toda la semana enviándonos mensajitos que incluían cositas picantes como foto provocadoras o videos bien calientes, tanto por su parte como por la mía.
Las conversaciones me tenían ya loquita perdida. Tanto que en cuanto mi novio puso un pie fuera del apartamento le llamé con la mano dentro de mis braguitas húmedas.
Fue bueno saber que no era la única desesperada porque él estuvo allí en menos de una hora. Le recibí en ropa interior con la intención de dejarle claro que lo que esperaba es que me follara sin rodeos.
Él se abalanzó sobre mí como un lobo hambriento, devorándome la boca y desabrochando mi sujetador con destreza. Luego me agarró las nalgas y me tiró sobre el sofá. Caí como una pluma y sonreí con las tetas al aire mientras le veía desvestirse.
Se deshizo sus vaqueros de mezclilla y se desabotonó la camisa, pero no llegó a quitarsela, así se veía aún más sexy. Yo me mordía el labio al ver sus pectorales y abdominales debajo de la tela mientras que él se dedicaba a sacarse la verga del boxer. Mmm, mis braguitas se mojaron más en cuanto lo vi. Se la agarró con las mano y comenzó a tocarse. Se me hizo la boca agua. Había soñado varios días con esa verga dura y palpitante.
Pasados unos segundos me dio la vuelta con brusquedad y me tumbó boca abajo. Retiro mi tanga de un jalón y sin darme tiempo ni a respirar metió la cabeza entre mis nalgas y comenzó a lamerlo todo. Yo me retorcía de placer con su lengua bien adentro. estaba haciendo un trabajo maravilloso lamiéndome entera sin dejar ni un solo centímetro por salivar.
En ese momento sonó el móvil. Lo tenía en la mesita de café justo al lado del sofá. Podía haber estirado la mano y alcanzarlo, pero lo ignoré.
Seguí disfrutando de su lengua en mi sexo y el télefono volvió a sonar. Maldito sea quien llama. Muy a muy pesar tuve que abandonar el estado de placer en el que me encontraba para mirar quien era. La frase Mi bebe hermoso estaba escrita con letras grandes en la pantalla. Vaya... si mi novio supiera lo que estoy haciendo ahora. Nuevamente decidí ignorarlo.
Al rato sonó otra vez. Que pesado es este hombre por dios, no pude evitar pensar. ¿Por qué no me puede dejar siquiera disfrutar de que me coman el coño?
—Atiende—me dijo Erick y volteé la cabeza para mirarlo incrédula. No estará hablando en serio.
—Dale—me animó—Habla con él mientras le pones los cuernos—me puse roja como un tomate. Sé que lo estoy engañando pero es feo cuando lo dice de esa forma.
—No. Estás loco.
—Dime que no te excita la idea
Dijo y me dió una nalgada para luego volver a hundir su cabeza entre mis nalgas. Dude por unos segundos más, pero la verdad es que tenía razón, hacer algo como eso me ponía muchísimo. Estiré el brazo y alcancé el móvil. Bueno... hagámoslo.
—Hola
—Hola mami—contestó mi novio—Ya estoy en la estación, pero el tren se ha retrasado. Te llamo para que me entretengas un poquito. Es que me aburro.
Que cosa más estúpida. Me imaginaba tener que aguantar su cháchara y ya me daba dolores de cabeza.
La lengua de Erick comenzó a pasar rápidamente sobre mi clítoris e hizo que tuviera espasmos. Metió un dedo dentro de mi sexo y tuve que agauntarme las ganas de gritar.
—¿Hola?
—Ehm... si si mi amor no te preocupes que el tren llegará más pronto de lo que crees.
—Seguro. ¿Y tú qué estás haciendo?
Follandome a otro.
—Ehm... yo... Ay... estoy haciendo ejercicio.
El maldito de Erick decidió introducir otro dedo sin aviso. Me voltee a verlo y él solo se reía. Lo último que vi fue como sus labios rosaditos volvían a perderse en mi sexo.
—¿Te pasa algo?
—Es que... estoy levantando pesas y ay... pesan mucho. Tú sabes.
No sé donde se me ha ocurrido eso, pero ha colado.
—Aguanta mi amor. Tienes que ponerte bien buena y soltar esos kilitos de más.
Casi que quiero contarle lo que estoy haciendo. ¿De qué kilitos de más habla?
—Mmmm Siiiiiiii... digo si mi amor como tu digas.
—Bebe te escucho rara.
—Es que... ay... es que los ejercicios y el calor que hace... ufff. creo que no me siento muy bien.
—Pobrecita mi niña. ¿Crees que estarás bien sin mi hasta que vuelva?
—Si mmmm Si ay si si mi amor no te preocupes.
Podía evitar gemir, pero a duras penas manejaba los jadeos, además de que mi respiración entrecortada me delataba. Si seguía asi mi novio no tardaría en darse cuenta.
Y como si Erick quisiera que nos descubrieran me paso la punta de su pene por toda mi vagina que ya estaba muy abierta y mojada. Di un brinco y casi que se me cae el teléfono al suelo. Voltee para verlo y le dije que no con la cabeza.
Pero a él le divertía mucho la situación y no me hizo caso. Me separo el culo con las manos y el muy cabrón con una sonrisa de oreja a oreja comenzó a metermela.
—Bueno y qué ejercicios haces.
El de que me cojan en 4.
—Eeee... ufff. un poquito de todo mi amor.
Dije eso con la última gota de cordura que me quedaba y me tapé la boca con la mano izquierda para tratar de ocultar mis gemidos ya incontrolables. Por mucho que quería mi boca sola se abría y gesticulaba.
—Que bueno mami. ¿De verdad que estás bien? Sigo notandote algo rara.
—¡Ya te dije que me sentía mal!—gruñí y Erick tuvo que reírse.
Me agarró de la cintura y comenzó a moverse suavemente, metiendo y sacando su miembro despacio. Era delicioso.
—Lo siento mi amor, sé que prometí darte un tiempo a solas y ahora te llamo en mitad de tu ejercicio. No fue mi intención.
Quizá otra chica se hubiera sentido mal por él, quizá yo sea una mala persona. Pero no me importaba. En lo único que podía pensar era en que el pene de Erick se deslizaba adentro y fuera de mi y yo estaba loca por gritar y hacerle saber cuando me gusta, pero este imbécil llorón no me dejaba.
—No pasa nada
—Es que si pasa. No sé por qué...
Y comenzó a soltar el discursito que está intentado por todos los medios ser el novio perfecto cuando en realidad es mentira. Lleva años sin hacer nada en esta relación porque me ha dado por sentada. Continuó con su papel mientras yo me movía de atrás hacia delante por las embestidas de Erick que comenzaba a aumentar el ritmo y la fuerza de sus penetraciones.
No me di cuenta en qué momento empezó a sonar como si fueran aplausos y llamaron la atención de mi novio.
—¿Qué eso que suena?
—Nada nada. Solo... un ejercicio nuevo de piernas. ¿No quieres que me crezca un poco más el... ufff el culo?
—Uy si mi amor. Me encantaría.
Tuve que reírme. Erick hizo lo mismo. Pobre. ¿Cómo puede ser tan bobito?
Pasó un rato mientras escuchaba boberías sobre el tren. Parece que Erick se aburrió de esa posición porque me dió la mano y me ayudó a colocarme boca arriba con las piernas abiertas. Estaba preparada para recibirle, pero me sorprendió metiendome la polla dura y empapada de mis fluidos en la boca. El móvil se me cayó al suelo.
—Chupa.
Me dijo y yo obedecí como una buena niña. Comencé a introducirmela toda en la boca hasta los huevos y sacándola hasta la puntita. Comencé a comérmela como si fuera un pirulí mientras él alcanzó su mano y me metió un dedo en la vagina.
—Que rico papi—le dije y él solo me respondió que siguiera chupando.
Continué mi trabajo.
—Estás más rica que en las fotos—me dijo penetrandome ya con dos dedos. Yo abrí mis piernas lo más que pude.
Parece que le gusto mucho porque salió de mi boca y me la metió de una. Grité cuando estuvo toda dentro y le pedí a gritos que me follará más duro.
él me apretó las tetas mientras la metía con ganas. Yo gritaba y me abrazaba a su espalda bajo la camisa.
—Ya no aguanto más. Me voy a correr.
Y la sacó para correrse sobre mi abdomen, mis tetas y mi cara. Me quede abierta y asombrada viendo como soltaba toda esa cantidad de leche.
Entonces se agachó y me pasó el télefono. La llamada aún continuaba.
—¿Hola?—pregunté pensando que ya había colgado.
—Me vas a decir ahora mismo qué está pasando y por qué escuche una voz que decía que estaba más rica que en las fotos.
Sentí una sensación horrorosa recorriendo mi cuerpo que desapareció cuando Erick colocó la mano sobre mi clítoris.
—Ay amor—le dije—ese que escuchaste fue mi amante que me acaba de meter una verga riquísima.
Ya me da igual que estalle el mundo
—¿Qué? ¡Puta! Escúchame bien Mari...
Y sin dejarle terminar colgué el teléfono. Agarré la mano de Erick y metí dos dedos dentro de mi.
—Tócame—le dije—Meteme los dedos hasta que me corra.
FIN
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