—Es cierto, se te marcó mucho —dijo Christopher , quien se atrevió a pasar su mano por las marcas en mi piel. Definitivamente era el más atrevido, hasta mi novio se quedó mirándolo atónito; aunque no le dijo nada.
Erick y Richard trajeron más cervezas y continuamos tomando, charlando de cosas graciosas que nos ayudaban a romper un poco el hielo. Nos reíamos mucho e incluso Zabdielparecía estar disfrutando, a pesar de que sus amigos me miraban mucho.
De pronto Christopher volvió a llevar el tema de conversación a terreno sinuoso.
—Loli, ¿tenés alguna amiga que esté buena para presentarme? —me preguntó, mientras se tomaba el atrevimiento de acariciar mi vientre, muy cerca del inicio de la tanga.
—Tengo una amiga que se llama Débora, la conocí en el gimnasio. Está muy buena, tiene un culo mejor que el mío… y hace maravillas con la lengua —le guiñé un ojo—. Por eso me la reservo solo para mí —todos comenzaron a reírse, menos mi novio.
—Esa ya sería la última —dijo Zabdiel, con fingida resignación—. Además de cornudo, que sea por culpa de una mujer.
Sé que me excedí al decir eso; pero la cerveza ya estaba haciendo efecto en mí, y los amigos de mi novio me incitaban a comportarme de esa manera. Lo que Zabdieltal vez no se imagine es que mis palabras tuvieron mucho más de verdad que de broma.
Cuando el asunto de los manoseos en el gimnasio se volvió algo prácticamente rutinario, la que no perdió oportunidad de tocarme el orto fue Débora… y ella fue la menos discreta. Hubo veces en las que me acarició la concha, por encima de la calza, frente a todo el resto de los miembros del gimnasio.
—¿Y vos cómo sabés que es tan buena con la lengua? —Preguntó Erick. Noté que el chico se había sonrojado, tal vez no estaba acostumbrado a hablar de estos temas frente a tanta gente.
—Mmmm… escuché algunos rumores.
Eso era cierto. Algunos compañeros del gimnasio me contaron que Débora era una excelente petera y que, cuando le ofrecían algo de buen tamaño, nunca se rehusaba a chuparla. Pero no fueron sólo rumores. Pude verificar su talento en carne propia. Un día nos estábamos duchando en el vestuario del gimnasio, las dos juntas, completamente desnudas. Los toqueteos de Débora se tornaron cada vez más candentes. Cuando me di cuenta de que la cosa iba en serio, y había dejado de ser un simple juego, ya tenía dos dedos de ella bien metidos en la concha, y su lengua explorando hasta lo más recóndito de mi garganta. Todo mientras el agua tibia de la ducha nos caía sobre el cuerpo. Se me moja la concha de sólo recordar el momento en que Débora, sin mediar palabra, se puso de rodillas ante mí y empezó a darme la mejor chupada de concha que disfruté en mi vida. No solo había engañado a mi novio, sino que lo había hecho con una mujer. Algo de lo que nunca me creí capaz. Pero ocurrió, lo disfruté… y le devolví a Débora la gentileza. Yo no soy muy talentosa chupando conchas, de hecho esa fue la primera vez; sin embargo me esmeré mucho y llegué a disfrutar recorriendo sus labios vaginales con la lengua. Al fin y al cabo Débora es una chica preciosa y muchos hombres y mujeres se mueren de ganas de estar con ella. Yo me di el gusto.
—A mí me da la impresión de que entre vos y tu amiga pasó algo más —dijo Christopher .
—Ah, no sé. Eso lo dejo a tu criterio —él comenzó a reírse y el resto hizo lo mismo.
Me levanté a buscar otra cerveza, y mi novio me agarró una nalga.
—Al menos sé que yo soy el dueño de este culo.
—¿Perdón? —pregunté, seguí caminando para alejarme de él. No quería darle el gusto de disfrutar de mis nalgas—. Acá la única dueña del culo soy yo; y puedo elegir quién lo toca. —Agarré una cerveza de la heladera y volví para servirla en los vasos que estaban en la mesa ratona. Me incliné y mis grandes nalgas quedaron muy cerca de la cara de Christopher . Como sabía que él me estaba mirando, decidí ir más lejos con este jueguito—. ¿Habría alguna queja de tu parte si permito que Christopher me toque el culo?
Me di un par de palmadas en una de mis nalgas, invitando al amigo de mi novio a tocar. Él no se hizo rogar, alargó su mano, en forma de garra, y atrapó una nalga con fuerza, subió con sus dedos por toda la raya de mi cola. Eso fue pasarse un poco; pero no quería mostrar debilidad, así que no dije nada y continué sirviendo las cervezas.
—¿Nosotros también podemos tantear? —Preguntó Richard, refiriéndose a él y a Erick.
—Si, ¿por qué no? —dije, mirando a Zabdieldesafiante; él solo sonreía.
Si estaba sufriendo con mi actitud descarada, no daba muestras de ello… y justamente eso fue lo que me hizo enojar.
“¿Así que te hacés el tipo superado, al que no le molesta que otros hombres le toquen el orto a su novia —pensé—. Bueno, vamos a ver si reaccionás un poco cuando la cosa se ponga peor”.
Erick se puso de pié y al unísono ambos me agarraron la cola, uno cada nalga, yo la mantenía firme y levantada.
—Para que aprendas que no sos dueño de nada —le dije a mi novio, desafiante.
—Si que soy dueño de algo, a esto lo compré yo. —Se refería al corpiño que tenía puesto—. Así que devolvelo, se lo voy a regalar a otra que lo aprecie mejor.
Sin darme tiempo a reaccionar, levantó la parte de atrás de mi remera y desprendió el corpiño con suma facilidad. Me lo quitó de un tirón y mis tetas rebotaron un poco. Sabía que lo hacía como venganza por mi comportamiento. Cuando acomodé mi remera me di cuenta de que se se me notaban bastante lo pezones. Zabdieldejó el corpiño a su lado y me miró expectante.
—Regalaselo a quien quiera —dije, manteniendo mi actitud desafiante—. A ver dónde encontrás otra que las tenga así —dije agarrándome las tetas con ambas manos, no son gigantes pero sí tienen buen tamaño. Estoy orgullosa de mis tetas, aunque más de mi culo.
—Tenés una marca ahí —dijo Erick, que se había puesto de pié frente a mí y podía ver dentro de mi escote.
—Si, este zarpado me la hizo —señalé a mi novio.
Bajé un poco el cuello de mi remera y les mostré buena parte de mi teta izquierda, casi llegando al pezón. Podía verse una marca violácea, era un chupón que me había hecho Zabdielhacía unos días.
—Tenés muy buenas tetas —dijo Christopher . Pero yo ignoré su comentario y seguí hablando de las marcas en mi piel.
—Además, como si fuera poco —di media vuelta, bajé un poco mi pantalón, mostrándoles más de la mitad de mi cola junto con la tanga que se me metía en la raya—. También me dejó toda marcada y arañada ahí —era cierto, tenía marcas en la cola que Zabdielhabía hecho en un momento de calentura—. A veces nos ponemos un poquito… salvajes —dije, con picardía—. Pero el muy tarado me mordió una nalga.
—Yo lo entiendo, —dijo Erick—. Ese culo provoca morderlo —volvió a acariciar todo mi culo.
—Puede ser, y a mí no me molesta un poquito de sexo duro; soy bastante pasional. Pero no me gusta que me muerdan. No me haría nada mal si me tratase con un poquito de suavidad, de vez en cuando
—¿Cómo? ¿Así? —preguntó Zabdiel, al mismo tiempo que metía su mano dentro del pantalón.
Al parecer mi novio estaba contraatacando, y su intención era humillarme frente a sus amigos. Su mano llegó hasta mi entrepierna, comenzó a frotarme la vagina por arriba de la bombacha sin ningún tipo de pudor, me masajeaba el clítoris en círculo y me masajeaba los labios.
—¡No, pará, tarado! Me la vas a mojar toda —le supliqué, y ciertamente sentía como mi concha se iba humedeciendo. Él comenzó a bajarme el jean, Erick y Rich lo ayudaron—. No, esperen ¿Qué hacen?
—¿No era que no te daban vergüenza mostrar el culo? —Preguntó mi novio, echándome en cara mis propias palabras, mientras terminaban de quitarme pantalón. Hasta las zapatillas me quitaron. Quedé solo con la tanga y la remera, que marcaba de forma exagerada mis duros pezones.
Me di cuenta de que si yo mostraba signos de vergüenza, mi novio estaría ganando puntos en esta guerra declarada. Por eso, a pesar de la incomodidad que me generaba estar prácticamente desnuda frente a sus amigos, me mantuve calmada y hablé en tono casual.
—Decí que me depilé hoy, sino se me notarían todos los canutos —dije, refiriéndome a mi ropa interior semitransparente.
La tanga dejaba ver casi a la perfección la zona donde debería haber pelitos; pero tapaba mejor abajo, donde se encontraba mi vagina. Allí solo se marcaba un poco la silueta de mis labios. Christopher aprovechó para tocarme otra vez la cola, sin embargo en esta ocasión pasó sus dedos entre los labios de mi concha.
—¿Podés traer otra cerveza? —Preguntó Zabdiel. Él no podía ver la forma en la que su amigo me estaba tocando.
Accedí. Mientras iba hacia la cocina, ellos aprovecharon para mirarme el culo. Ni siquiera tuve que darme vuelta para corroborarlo; era obvio.
Cuando regresé vi a Richard sentado en mi lugar. Los tres amigos de mi novio ocupaban el mismo sofá.
—Me sacaste el lugar —le reproché dejando la cerveza en la mesa. Al agacharme les debo haber brindando una imagen bien detallada de mi concha entangada.
—Te quedó mi lugar —dijo, señalando el sillón vacío.
—No, dejá, me voy a sentar acá, con mi amigo Christopher , que parece ser buena persona —diciendo esto, me senté en la falda del chico. Él abrió grande los ojos y miró a Zabdiel, como éste sólo le mostraba una sonrisa cómplice, se tranquilizó.
—Ese fue un error —aseguró Richard—. Christopher es el más degenerado de los cuatro.
Sabía que eso era cierto, porque Christopher era el que más se zarpaba con los comentarios y manoseos; pero mi intención era provocar a mi novio. A los pocos segundos de estar sentada sobre Christopher , comencé a sentir un bulto contra mi cola.
—No es que sea degenerado —se defendió el aludido—. Lo que pasa es que este culo incita a tocarlo… y estos timbres ¿quién no se muere de ganas de apretarlos? —llevó sus manos hasta mis tetas y me pellizcó los pezones, al unísono, por encima de la tela de la remera. Ese acto impertinente me hizo vibrar de calentura.
Después de este manoseo, me acosté a lo ancho del sillón. Quedé la espalda apoyada en las piernas de Erick y Richard. Mi cola permaneció sobre el bulto de Christopher , que no paraba de crecer.
Ellos siguieron conversando sobre mí, halagando mis piernas, mis tetas, mi culo… y hasta mi concha. Zabdielles contó una versión resumida de cómo nos conocimos. Fue en una discoteca y la primera noche yo le chupé la pija. Desde ahí supo que quería salir conmigo todos los fines de semana. Mientras tanto Christopher , aprovechando la cercanía que tenía a mi entrepierna, llevó su mano hasta mi vagina. Comenzó a darme suaves masajes por arriba de la tanga, centrándose especialmente en la zona de mi clítoris. No le dije nada. Cerré los ojos y disfruté. Todo me daba vueltas, pero se sentía de maravilla. Podía sentir mi sexo caliente y viscoso.
Me puse de pié para poner música, todos se levantaron para buscar más cerveza o algo para picar. Me acerqué a la computadora de Zabdiely empecé a buscar alguna buena lista de reproducción en Spotify. Como estaba de pie, algo inclinada hacia adelante, Erick y Richard aprovecharon. Se me acercaron como lobos ante una presa y pusieron sus manos en mi cola, como no les dije nada, recorrieron toda mi concha con sus dedos, mientras me sugerían canciones.
Cuando me acerqué a Zabdieléste me abrazó y me puso de espaldas a él también se dio a la tarea de frotarme la vagina.
—Que calentito está esto —dijo refiriéndose a mi sexo.
—Es por culpa de tus amigos, que se aprovechan y me mandan mano —me defendí.
—Se ve que mucho no te molesta —agregó, metiendo su mano dentro de mi tanga y tocandome la concha. Luego comenzó a bajarme la tanga.
—¡Hey, deberías defenderme, no ponerte de parte de ellos! —Me quejé mientras mi sonrosada concha quedaba a la vista de todos los presentes.
—Yo solo quiero que vean cómo se te moja.
Si ésto era una treta para inhibirme, no estaba funcionando. Me provocó mucho morbo que sus amigos me vieran desnuda. Zabdielme metió dos dedos en la concha y los movió un poco, cuando los sacó estaban impregnados de una sustancia viscosa y transparente.
Me aparté de él y fui en busca de otro vaso de cerveza. Estaba bien fría y me refrescó la garganta. Richard se me acercó por detrás y sin pedir permiso, comenzó a acariciarme la concha. No metió sus dedos, pero sí pudo disfrutar de la humedad de mis labios vaginales. Cuando él se apartó, luego de pocos segundos, Erick, que pasaba de forma casual por detrás de mí, también aprovechó para tocarme la cola. Él sí se tomó el atrevimiento de meter uno de sus dedos en mi concha, tan adentro como le fue posible. Lo clavó tan hondo que me obligó a ponerme en puntas de pié.
Ya no me sentía incómoda, al contrario, la cerveza se me había subido un poco a la cabeza y todo me parecía de lo más lindo. Rodeé el cuello de Zabdielcon mis brazos y le di un cariñoso beso, al mismo tiempo Christopher también hacía su tanteo vaginal, jugando con mis labios. Bajé una de mis manos y moviéndola rápido hacia atrás, sin mirar, agarré el bulto de Christopher por arriba de su pantalón. Lo apreté y noté que la tenía completamente dura. Luego me alejé de él y fui hasta la heladera a buscar más cerveza.
Por suerte había muchas latas y botellas, tomé una de esas botellas chicas para tomar sola, y comencé a beber directamente del pico. Los cuatro hombres se quedaron mirando como mis labios apretaban la boca de la botella.
—Las cosas que debés hacer con esa boca —dijo Richard.
—Gracias a esta boquita me ahorré de pagar varios meses en el gimnasio —tenía la mente algo nublada por el alcohol y me sentía sumamente atrevida—. Cuando el dueño del gimnasio descubrió mi talento, me permitió pagar la cuota en petes —le guiñé un ojo a Richard. Mi novio se limitó a sonreír, tal vez creyendo que yo estaba bromeando.
Me sentí un poco mal por él, porque no lo estaba diciendo en broma. Eso pasó de verdad. Hubo un mes en el que me atrasé con el pago de la cuota del Gimnasio y Rodolfo, el dueño, me hizo una propuesta que no pude rechazar. Me llevó a su oficina y se bajó el pantalón, mostrándome el tremendo pedazo de poronga que le colgaba entre las piernas. Quise explicarle que yo tenía novio y que no podía hacer una cosa así; pero antes de que mi sentido de la ética se activara, yo ya estaba de rodillas, comiéndome esa pija. Rodolfo se sorprendió cuando yo permití que me acabara en la cara… incluso me tomé buena parte de su leche. Desde ese día ya no tuve que pagar la cuota del gimnasio, al menos no con dinero. Siempre que le chupé la verga a Rodolfo me sentí culpable; pero no podía dejar de hacerlo. El tipo simplemente tiene una pija que me vuelve loca.
—Hace muy buenos petes —dijo mi novio, devolviéndome a la realidad—. Se la traga entera, tiene mucho talento para eso.
Tal vez su intención era que yo me avergüence; pero de ser así, no consiguió su objetivo. Lo único que logró fue que se me moje más la concha.
—Conmigo no podría hacer eso —aseguró Richard, entre risas.
—¿Por qué? —pregunté, y al instante me sentí una boluda. El motivo era obvio, pero mi cerebro estaba funcionando un poco más lento de lo habitual. Le eché la culpa a la cerveza.
—Lo que pasa es que el pibe viene bien equipado —dijo Christopher , señalando el bulto de su amigo.
—Ah, mirá vos. El dueño del gimnasio también viene bien equipado —solté una risa estridente—. Sin embargo yo siempre me las ingenio para tragármela toda.
—Para esto vas a necesitar algo más que ingenio —dijo Richard, agarrándose el bulto.
—No te agrandes —me fui acercando a él, mientras caminaba todos me miraban la concha. Cuando estuve cerca de Richard, le agarré el bulto. Era cierto, si venía bien equipado; pero tampoco me pareció algo gigante—. Vas a ver que sí puedo. Yo no me achico ante un desafío.
Le pasé la botellita de cerveza y le bajé el cierre, sin quitarle el pantalón saqué su verga. Era de buen tamaño, tenía la piel seca y bien suave. Empecé a pajearlo lentamente, para que se le pusiera dura. Ante la mirada expectante de los presentes, me arrodillé delante de Richard. Ya estaba muy alegrona y no me importó nada. Abrí grande la boca y me metí la verga, al principio solo la punta; la fui humedeciendo con mi lengua y de a poco comencé a tragarla. Noté que se le iba poniendo más y más dura, y eso me calentó aún más. Me estaba entrando bien en la boca y sentía que podría retenerla cuando el miembro hubiera alcanzado todo su tamaño.
Retrocedí un poco y volví a tragarme un buen pedazo, ya tenía media verga en mi boca y con cuidado me fui comiendo el resto. A pesar de mi corta edad ya tengo bastante experiencia en petes, en parte por la cantidad de veces que se la chupé al dueño del gimnasio; pero también comí unas cuantas más. Antes de conocerlo a Zabdielya tenía por costumbre terminar una noche de sábado con una buena pija en la boca… y no me quejaba si me daban de tomar la leche.
Pero esas cosas siempre las hice sin que nadie se enterase. Ahora tenía testigos de mi comportamiento de puta… y era la primera vez que lo hacía ante tantos hombres.
A medida que me iba tragando entera la verga de Richard, él presionaba mi cabeza, ayudándome en la tarea. Cuando llegué hasta el final, la mantuve en mi boca unos segundos moviendo la lengua como podía, luego la saqué y me puse de pie, con altanería.
—Te dije que iba a poder —le dije, con aire triunfante. Le arrebaté mi botella de cerveza, y tomé un largo trago.
Richard se limitó a sonreír, parecía confundido, como si mi osadía lo hubiera reducido a un manojo de nervios.
—Tiene talento la chica —afirmó Christopher .
Le sonreí.
Caminé de regreso al sofá y me senté en el centro, me siguieron Christopher y Erick. se sentaron uno a cada lado. Empezaron a felicitarme por lo que había hecho y cada uno me acarició una pierna. Al cabo de unos segundos me di cuenta que ambos llevaban una pierna hacia su lado. Su intención era separarlas.
Sus manos comenzaron a buscar mi concha, sentí sus dedos jugueteando con ella mientras mantenían mis piernas bien abiertas. Instintivamente estiré la mano hacia el bulto de Christopher y le agarré la verga, aún la tenía dura. La liberé del pantalón y comencé a pajearlo, mientras él me hacía lo mismo.
—La tenés bastante abierta —dijo Christopher , refiriéndose a mi concha.
—Será por todas las pijas que me metieron —dije, con una calentura que me llenaba el cuerpo.
A pesar de la excitación, todo este jueguito ya estaba llegando demasiado lejos. Al parecer mi novio estaba demasiado borracho como para enojarse de que yo me hiciera la putita con sus amigos. Por lo que decidí ponerle fin a todo.
Me puse de pie… y Christopher me tomó por la cintura.
No me dio tiempo a nada. Me obligó a sentarme sobre él y toda la pija se me metió bien hondo en la concha.
—¡Uf… me la re clavaste! —Exclamé, con una mezcla de morbo y vergüenza.
Miré a mi novio y él seguía manteniendo esa sonrisa estúpida, como si estuviera diciéndome: “Te hiciste la puta y ahora vas a pagar las consecuencias”.
Ahí fue cuando me di cuenta de que había llegado a un punto sin retorno. Los amigos de mi novio estaban decididos a meterme la pija.
Christopher comenzó a moverse rápidamente sobre mí. Cerré los ojos y disfruté, yo misma acompañé los movimientos. Nunca me había dejado coger por otro hombre frente a mi novio, y descubrí que eso me llenaba de morbo.
Erick se puso de pié frente a mí y liberó su pija, que ya estaba bien erecta.
—A ver si te podés tragar esta también —me dijo.
Si el chico antes había mostrado un poco de timidez, ésta se había desvanecido por completo. Me agarró de los pelos y yo, por acto reflejo, abrí la boca. Me metió la pija y empezó a moverse, como si me estuviera cogiendo.
Siempre imaginé que si algún día chupaba una verga mientras alguien me cogía, una de esas dos vergas sería la de mi novio. Él estaba presente, pero no me estaba metiendo nada. Se limitó a mirar cómo sus amigos me usaban.
Quise decir “Bueno, chicos, terminen con esto, que ya llegó demasiado lejos. Esto ya no es una bromita. Me están garchando”; pero...
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