Estudié en un colegio privado por lo que llevaba uniforme. El uniforme consistía en una camisa blanca, una falda a cuadros, unos calcetines blancos altos y unos zapatos negros. Vamos, el típico uniforme de colegiala y la verdad es que lo odiaba. Además, siempre tenía que llevar mi larga melena recogida.
Por aquel entonces yo ya había mantenido algunas relaciones sexuales y fue una época en la que estaba cachonda todo el día. Por eso me gustaba ir siempre sin bragas porque me sentía muy putita así y esto me ponía todavía más cachonda.
La historia que les voy a contar empezó cuando una tarde recibí un correo de mi tutor. En él me decía que tenía que ir a hablar con él inmediatamente, ya que tenía que hablar conmigo con urgencia.
Estábamos en el segundo trimestre y, la verdad, el curso no me estaba yendo bien. Demasiados despistes... Bueno, a decir verdad prefería chupar pollas en los lavabos y follar en el descampado de al lado que estudiar. Así que el correo no me sorprendió.
Mi tutor era un hombre, moreno, con el pelo castaño alto y fuerte. Estaba como un queso.
Fui a verle al día siguiente.
-Adelante.
-Hola profesor Richard.
-Siéntese señorita.
-¿Ocurre algo profesor?
Dije haciéndome la tonta.
-La verdad es que sí, Lucía. Ayer tuvimos junta y la verdad es que sus profesores no me han dicho nada bueno sobre usted; falta a clase, cuando está molesta, está continuamente despistada y todo esto sin hablar de sus notas... Que, por cierto, son nefastas.
-Lo sé profesor y lo siento, pero es que últimamente...
-Da igual, no ponga excusas. Menos mal que aquí tenemos un método infalible para cuando pasan estas cosas.
-¿Ah sí? ¿Y qué método es ese?
-Propinarle 20 azotes, 10 en cada nalga.
-¿Cómooooo????!!!!!! Jajajajaja
-No se ría, va totalmente en serio. Póngase sobre mis rodillas.
-Usted está loco. Iré a hablar con sus superiores.
-Lucía, mis superiores están al corriente de esto, son normas del colegio y si usted se lo dice a cualquier persona externa a esta institución será la palabra de una malcriada chupapollas que saca malas notas contra la de todo el centro. Así que si quiere tener la mínima posibilidad de sacarse el curso póngase sobre mis rodillas y levántese la falda. No se lo repetiré.
Así lo hice.
Me acerqué dubitativamente hacia donde estaba sentado y me puse sobre sus rodillas levantándome la falda lentamente.
-Va usted sin ropa interior. Le tendré que propinar diez azotes más, ya que está totalmente prohibido.
Empezó a azorarme. Me dio 10 seguidos en la nalga derecha. Me pegaba muy fuerte y, de verdad, me estaba haciendo mucho daño. Reprimía mis quejidos cómo podía, pero extrañamente esa situación me estaba excitando. Siguió con los azotes hasta que llegó a los 30.
-Y 30.
Tenía el culo dolorido. Fui a incorporarme, pues ya había acabado, pero él me detuvo.
-¡Quieta! No he terminado con usted.
-¿Cómo que no? Me ha dicho 30 azotes y ya me los ha dado.
-Ya... Pero no creo que esto sea suficiente para usted. Además, ha venido sin bragas.
-¡Y usted ya me ha castigado por ello!
-Pero no lo suficiente Lucía. Además, yo no soy de piedra y usted es muy puta.
Dijo eso mientras pasaba sus dedos por mi conchita.
-¡Qué mojadita! Es usted toda una perrita en celo.
-¡Basta! Me voy.
-Usted no va a ningún lado. Se va a quedar aquí y se va a portar muy bien si quiere aprobar. Y, por favor, no me obligue a ponerle una mordaza.
Siguió pasando su dedo por mi conchita. Lo pasaba desde mi clitoris hasta mi agujero. Hizo este camino varias veces hasta que metió un dedo en él e inmediatamente di un respingo.
-Le gusta, putita.
Sí, me excitaba, pero la situación me producía nauseas. No sabía por qué me estaba poniendo cachonda que me tocara.
Siguió mentiendome dedos y follandome con ellos. Yo intentaba no gemir, ya que me daba muchísima vergüenza y coraje admitir que me estaba gustando.
-Lucía, llegó su turno. Pongase ante mí a cuatro patas.
-No.
Me tiró al suelo y me levanto rápidamente tirando de mi pelo. Sin poder evitarlo me puse a llorar.
-No llore, es lo que una puta como usted se merece. Ahora chupemela.
Negué con mi cabeza y él me propinó un doloroso bofetón. Puso su polla en mi boca, pero yo no la abrí.
-Abre la boca, zorra.
Me seguía negando, así que mi tutor me tapó la nariz obligándome así a abrir la boca. Cuando la abrí aprovechó para meterme toda la polla en la boca.
-¡Mírame, putita, mirame!
No lo hice, así que me cogió del pelo y tirando de él levantó mi cabeza.
-¡Me encanta esa carita!!
Decía mientras se reía. Siguió follandome Sacaba su polla y me deba con ella en la cara, la volvía a meter y me ahogaba con ella hasta que finalmente la sacó.
Me levantó con fuerza y me tiro sobre su escritorio. Empezó a manosearme bruscamente y se tiró sobre mí. Me tocaba las tetas y me mordía el cuello mientras al odio me decía que era realmente una puta.
-Pare, por favor. No siga.
Dije entre sollozos mientas él únicamente se carcajeaba.
Empezó a pasar su verga por la entrada de mi conchita.
-No, no, no. Pare, pare, por favor.
No quería por nada del mundo que me follara, pero por rogarle que parara me gané me gané un buen tortazo y que me pusiera la mordaza. Ahora sí que era totalmente una puta.
-Calladita está más guapa, puta.
Me dio la vuelta y puso la punta de su polla esta vez sobre mi virginal culo. No me lo podía creer, no podía creer que esto me estuviera pasando a mí. Iba a romper mi culo sin haberlo estimulado antes. Me mataría de dolor. Empecé a moverme intentando que no me penetrara. Fue inútil, me clavó toda su polla rompiéndome por dentro y empezó a follarme el culo fuertemente.
-Ummmm qué cerradito está. ¿Es que nunca le habían roto el culo a una puta como usted? Jajajaja
Empecé a llorar de rabia y de dolor mientras mi tutor seguía torturándome. Empezó a darme más azotes en mi culo todavía dolorido mientras me follaba más y más rápido. Cada vez era más más intenso.
-¡Por puta! ¡Por zorra! ¡Por sucia!
Decía a cada envestida. Me estaba matando y ya no tenía fuerzas para nada. Así que dejé de resistirme, pues era totalmente inútil. Seguía follándome el mientras me insultaba y me tiraba del pelo hasta que soltó un gemido fuerte y se corrió llenandome el culo.
Sacó su polla y me quito la mordaza.
-Vístase, váyase y mantenga la boca cerrada.
Salí del despacho temblorosa, con lágrimas en los ojos y con la cabeza gacha. Iba deprisa para no cruzarme con nadie, pero me crucé con Christopher, el profesor de lengua.
-Hola, Lucía.
Dijo con una sonrisa pícara
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