Hola, Lucía.
Dijo con una sonrisa pícara
-Hola.
Dije volviendo a bajar la cabeza y siguiendo mi camino.
-¿Le ocurre algo, Lucía?
-No, profesor.
Seguí mi camino, pero Christopher fue tras de mí y me paró poniendo su mano en mi hombro.
-¿De veras que no le ocurre nada?
-No.
Dije con la voz temblorosa y sin levantar la cabeza.
-Míreme mientras le hablo, por favor.
Levanté mi cabeza y le miré, pero siempre intentando huir de su mirada.
-¿Entonces por qué llora?
Dijo mientras me acariciaba cariñosamente.
-Vamos a mi despacho. Allí estaremos más a gusto.
-No.
Me horrizaba la idea de que me pudiera hacer lo mismo que mi tutor.
Christopher era un hombre amable y me llevaba muy bien con él. Era muy alto, tenía la media melena y los ojos negros
-Lucía, por favor. Yo le puedo ayudar.
Le seguí a su despacho. Entramos y cerró la puerta con llave. Eso no me hizo ninguna gracia.
-¿Por qué cierra?
-Así estaremos más tranquilos, Lucía.
Siéntese.
-No, gracias.
No quería sentarme pues el culo todavía me ardía.
-¿Va a quedarse ahí de pie?
-Sí, profesor.
-Como quiera. Cuénteme que le ocurre.
-Nada profesor.
-Lucía...
-Simplemente recibí una reprimenda de mi tutor, Richard .
-Ah. ¿Por eso no se quiere sentar? Jajaja
-¿Cómo?
-Los azotes, Lucía. ¿Le ha hecho mucho daño Richard ?
Me ruboricé. El profesor Richard no me había mentido. Los azotes debían de ser una práctica común si hasta Christopher el profesor más nuevo lo sabía...
-Sí.
-Bueno... Vamos a curarlo.
-¿Qué?
-Enséñeme el culito, Lucía.
No dije ni hice nada.
-¡Lucía! ¿Está sorda?
-...
-Es la última vez que se lo pido. No me andaré con tonterías.
Me di la vuelta y me levanté la falda.
-Uffffff. Cómo te lo ha dejado el muy cabrón. Venga, Acérquese.
Me acerqué y empezó a acariciarme las nalgas.
-¿Le duele?
-Sí.
Empezó a besarlas.
-¿Qué, qué, qué hace profesor?
Me puse nerviosísimas y me aparté.
-¡Lucía! Venga aquí, solo las quiero curar.
-Nooooo.
Dije muerta de miedo mientras mis lágrimas empezaron a brotar otra vez de mis ojos.
-Lucía... No llore, por favor.
Dijo mientras se acercaba a mí.
Me empezó a acariciar suave y cariñosamente el pelo.
-Hay que curar esas nalgas.
Decía mientras su mano se deslizaba por mi cuello hasta llegar a mis pechos. Los tocaba suavemente.
Yo estaba inmóvil y no podía articular palabra.
Me levantó la falda y pasó su mano por mis nalgas.
-¡Ay!
Me escocía.
-Vamos, Lucía. No sea tonta.
Túmbese sobre mi escritorio
Dijo mientras retiraba las cosas de él.
Me tumbé boca abajo y levanté mi falda a cuadros.
Él observaba. Empezó a acariciarlas y me abrió las nalgas.
-Shhhhh. Tranquilícese.
Metió suavemente un dedo en mi ojete y de él sacó un poco de semen.
-¿Han tenido sexo, Lucía?
-...
-Contésteme.
-Sí...
-¿Y usted quería?
-No.
Siguió manoseandome hasta llegar a mi conchita, abriéndome las piernas.
-¿Se la ha metido por el coñito, Lucía?
-No.
-Mmmm bien. Solo por el culito?
-Sí.
-Lo tiene muy abierto. ¿Le ha gustado?
-No.
Era mentira, si me había gustado
-De acuerdo.
Dejó de tocarme y se retiró. Buscó algo en los estantes y volvió.
Era un bote de crema. Empezó a echármelo por las nalgas.
-Quieta, Lucía.
Decía mientras seguía echándome la crema.
Empecé a sentir como también me echaba crema por mi coñito mientras aprovechaba para pasar sus dedos lentamente por él.
-¿Es usted virgen?
-No.
-Bien.
Seguí echándome la crema y recreándose en mi conchita.
-Lucía, sintiéndolo mucho yo también voy a tener que castigarla. Va usted sin bragas y ya sabe que esto son 10 azotes.
-No, por favor...
-Lo siento, Lucía. Es mi obligación. Seré bueno y no se los daré en el culo. Siéntese en el escritorio y abra bien las piernas, por favor.
Así lo hice.
-Pffff.
Exclamó Christopher nada más verme en esa posición.
Pasó sus dedos por mi conchita y rápidamente me dio el primer azote en él.
-¡Ahjhhh!
-Tranquila, pequeña.
Dijo mientras me cogía por el cuello y me besaba. Sin esperármelo me dio el segundo azote en la conchita y yo me volví a quejar.
-¿Le duele mucho?
-Sí.
-¿Si?
Antes de que me dejara decir nada ya estaba recibiendo el tercero.
-Tranquila. Tengo la solución.
Me dio el cuarto y rápidamente empezó a besarme la conchita, pasando la punta de su lengua por mi clitoris.
-¿Así mejor?
-Sí.
Y recibí el quinto y me volvió a besar la conchita y así hasta llegar a 10.
Cuando acabó me tocó la conchita.
-Ummmm Lucía.
Me quedé callada mientras él no paraba de tocarme la conchita superficialmente.
-Está usted muy mojadita.
De repente sonó el teléfono. Christopher mantuvo una conversación corta y monosílaba a la que no presté mucha atención. Yo seguía sentada en su escritorio y bien abierta de piernas.
Colgó el teléfono y se sentó en su sillón.
-Mire lo que ha hecho
Dijo mientras se desabrochaba el pantalón y dejaba al descubierto su pene erecto. Lo tenía enorme.
Empezó a meterme sus dedos en mi coñito mientras con su pulgar tocaba mi clitoris. Yo gemía.
-¿Le gusta?
-Sí...
-Ven, siéntense encima mío.
-Preferiría irme a mi casa, profesor.
-¿Prefiere irse a su casa disgustada? No sea tonta y siéntese encima mío. Le haré olvidar al bruto de Richard .
Me levanté del escritorio y me dirigí hacia su sillón. Me puse encima suyo y empecé a meterme su enorme polla en mi mojada conchita mientras me iba sentando sobre él.
-Eso es, pequeña. Muy bien.
Le follaba lentamente mientras él me lamía mis enormes tetas.
-Muy bien, Lucía. Lo está haciendo muy bien.
Iba aumentando el ritmo y cada vez sintiendo más placer. De verdad estaba olvidando lo que me había hecho ese cabrón hasta que Christopher me empezó a azotar.
-¡Pare! Me hace daño.
-Calle, zorrita. Le tengo donde quería. No puede ir todos los días provocando y esperar que no pase nada.
Me abrazó muy fuerte para evitar que me separara de él y empezó a follarme muy rápido. Esto no duro mucho, ya que mis gemidos subieron al igual que su follada. Así que se levantó cogiendome en brazos y sin sacar la polla de mi conchita me tiro sobre el escritorio otra vez. Él se puso encima de mí y empezó a follarme brutalmente mientras tapaba mi boca con una mano.
-Mmmm sí. ¡Cómo me gusta, zorrita!!!!!
-No noooo
Decía cómo podía, ya que tenía su mano en mi boca pero, la verdad, es que lo estaba disfrutando.
-¡Qué puta es!!!!!
Estaba apunto de correrme cuando llamaron a la puerta y en la cara de Christopher se dibujó una sonrisa maliciosa.
Abrió la puerta y. ¡Era Richard !
-(Christopher ) ¡La tengo a punto de caramelo!
-(Richard ) Así me gusta.
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