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CNCO- Calentura en el Metro

 


Calentura en el Metro


Esa mañana en cuanto desperté me sentí muy caliente pero no sabía por qué. Quizá tuve un sueño subido de tono o algo así, pero fuera lo que fuera me había dejado con una calentura inexplicable. Me metí a bañarme para intentar remediarlo pero no sirvió de nada, al contrario, pasar el jabón por mis pezones me prendió más.

Entonces se me ocurrió una idea maravillosa, tener una pequeña aventura en el metro para lograr bajar mi lujuria. Sonreí, salí del baño y me vestí sexy como de costumbre, con un vestidito verde agua medio transparente que apenas me cubría las nalguitas y un sostén blanco que se transparentaba, además de una tanguita igualmente blanca que se encajaba en mis nalguitas dando un aspecto de desnudez y por último zapatos de tacón alto.

Salí lo más rápido que pude, por eso que dicen de que mientras más temprano más gente en el metro. En cuanto llegó uno medianamente aceptable me subí, con tan mala suerte que me confundí y acabé en el vagón de hombres. Ooops.

En cuanto subí sentí miles de empujones por todos lados, quede justo a la mitad del vagón rodeada de puro macho. Frente a mí quedó un chico alto y ojiverde, que llevaba abrazado su portafolios que quedaba justo a la altura de mis pechos. Tenía la cara tapada y estaba usando un gorro, solo podía ver sus ojos y simplemente por eso ya podía decir que era guapísimo. Cuando el metro avanzó y llegó a la siguiente estación entro aun mas gente y nos apretamos más. Al él lo empujaron y para evitar caerse se dejó caer encima de mi, rozando los pechos. Enseguida se disculpó diciéndome.

—Lo siento mucho, están empujando de atrás...

Yo siendo una chica comprensiva, le dediqué una sonrisa acompañada de un

—No te preocupes, estoy acostumbrada a estas cosas.

Esta respuesta fue la mecha que prendió el fuego porque de inmediato comencé a sentir una lluvia de manos sobre mis piernas y mis nalguitas.

Me agarraban el culo con palmas abiertas, no tardaron casi nada en levantar mi vestido y colar las manos por debajo, metiendo dedos entre mis cachetes y los que podían introducían dedos en mi conchita, haciendo a un lado la fina tanguita blanca.

Comencé a respirar hondo para evitar gemir en voz alta. Eso es lo que estaba buscando desde que desperté, la lujuria de ser atacada por incontables manos por todo mi cuerpo. Mi vaginita de inmediato se humedeció, varias manos empujaban mis muslos, queriendo abrir mis piernas, y poco a poco lo iban logrando, el chico de enfrente se dio cuenta de lo que pasaba por debajo, pero tristemente él no podía hacer nada dado que estaba abrazando su portafolios.

Intentó bajarlo pero era realmente difícil incluso mover un brazo de la cantidad de gente que había. Pasaron dos estaciones y parece que no pudo aguantarlo más, porque dejó caer su portafolios al piso y descaradamente posó ambas manos sobre mis pechos y empezó a masajearlos. Yo solo sonreí por el alivio que me dió cuando apretó mis pezones por encima del vestidito.

Una persona que iba detrás de mí se percató de eso y deslizó los tirantes de mi vestido por mis hombros quedando este arrugado en mi cintura ahora mi sujetador estaba a la vista. También alguien por detrás intentabba colarme un dedo en la conchita por lo que levanté las nalguitas para dar mejor facilidad de acceso. Las manos se entre-chocaban tratando de acariciar, agarrar, apretar, sobar mi rico y apretadito cuerpo que gozaba con cada caricia sobre mi piel y dentro de mi conchita que iba totalmente húmeda. Otra persona que iba detrás de mí desabrochó mi bra dejándolo caer al suelo y entonces el chico del portafolios tuvo acceso libre a mi pechos que sin dudarlo un segundo comenzó a acariciar y a pellizcar sin piedad.

Con el sostén en el suelo y mi vestido arrugado en mi cintura entrecerraba mis ojitos al sentir dedos diferentes manos invadir mi conchita, sobar mis labios vaginales y meterse por toda mi rajita. El que estaba directamente detrás sobaba y apretaba mis nalgas como si se fueran a desaparecer en cualquier momento, dedos entraban y salían de mi panochita con increíble rapidez, un pulgar frotaba mi clítoris aplicando una presión deliciosa que me llevaba al cielo. Gemí bajito mientras una onda de éxtasis barría con mi cuerpo, era un banquete para los hombres que me rodeaban.

Más de uno quiso ensartarme un dedo en el culo, pero por alguna razón, quizás la difícil posición de las manos no pudieron, onda tras onda de orgasmos me invadían, así disfrute y gocé a lo largo del trayecto de 10 estaciones.

Aquellos tipos se dieron un festín proporcionándome la mega-manoseada del siglo, varios me susurraron obscenidades y me decían lo puta que era, que era la perra caliente más rica del mundo y que era una deliciosa putita a la que le iban a meter la verga por todos lados, etc...

Cuando el metro estaba por llegar a la estación donde tenía que transbordar de línea, les dije a duras penas entre gemidos que ya por favor me dejaran, ya debía bajar. La gran mayoría de las manos se apartaron y el chico soltó mis pechos, aunque algunos aun seguían masajeando mi culito y mis piernas, como pude medio acomode mi vestido, y me dispuse a bajar.

La gran mayoría de las personas transborda en esa estación hacia otra línea que pasa por el centro de la ciudad, así que no fue nada difícil abrirme paso para bajar llevada por la corriente para salir del vagón. Mientras salían muchos me fueron nalgueando y diciéndome que habían disfrutado de mi cuerpecito. Yo no seguí el recorrido, espere en el andén a que toda la gente se fuera hacia la otra línea y aproveche para acomodar bien mi ya arrugado y mojado vestido, cuando estaba acomodándolo me percate que no llevaba mi bra, supongo que se quedó en el vagón tirado, por lo cual mis pezones duros se notaban con descaro, arregle mi tanguita q estaba como un trapo mojado, puse mi vestido en orden y me dirigí a la otra línea.

Iba con mis piernas como gelatina después de tantos orgasmos y con mis pezones erectos como la goma de un lápiz debajo del vestido medio transparente, cuando llegue a la línea el andén estaba repleto y los trenes que llegaban peor aún, estuve esperando como por 20 minutos a que pasara un metro «decente» en el cual me pudiera subir pero nada. Hasta que al fin enviaron un metro casi vacío, de igual manera me subí en los vagones para hombres, pero nada pasó pues aparte de mi solo habían otras tres personas. Me senté en uno de los asientos pegados a la puerta y como estaba tan cansada después de correrme tanto comencé a cerrar los ojos.

Iba media dormida cuando sentí a alguien sentarse a mi lado y poner una mano sobre mi muslo, lo miré, era el chico ojiverde de la otra línea. Ya no llevaba la cara tapada y como me lo imagine, estaba de muy buen ver, alto, con los labios rosaditos y un rostro muy sexy. Pero igual me daba miedo el hecho de que me hubiera seguido hasta aquí.

—Te encontré mi amor.

Y fue subiendo la mano por mi muslo. Por la sorpresa no le dije nada y por el morbo lo dejé seguir.

—Que rica estás.

Subía su mano por debajo del diminuto vestido y al tocar mi tanguita, dijo con voz de triunfo:

—Sabía que seguías mojada puta

El escucharlo decirme puta, hizo que me excitara de nuevo y sin querer abrí más las piernas para él.

Sus dedos grandes se posaron sobre la tanguita y comenzó a sobar mis labios vaginales y clítoris lentamente, por encima de la fina tela.

Me recline de nuevo sobre la ventana a disfrutar de las caricias que me daba.

Las manos de mi acompañante no se estaban quietas, subían y bajaban por mis muslos, de vez en cuando sus dedos se posaban sobre mi vaginita, pero siempre por encima de la tanguita blanca.

La estación donde bajaba se acercaba era la penúltima estación y me puse de pie, él rápidamente tiro de mi brazo hacia abajo diciéndome:

—Si te levantas te golpeo como la puta que eres

Me dio algo de miedo y quedé en el asiento quieta, de repente la situación había cambiado por completo. Hasta ahora yo era la chica que, permitía que la sobrasen a placer, ahora él, más alto y fuerte que yo, me tenía amenazada con una golpiza si se movía de ahí.

Mientras llegábamos a la última estación no paraba de amasar mi muslo y sobar mi conchita, al llegar a la última estación, las pocas personas que habían se marcharon dejándome con él a solas.

Las puertas se cerraron, me sentía prisionera de aquel hombre, tenía miedo y no me atrevía a decir nada.Aquí era donde el tren se metía en los túneles oscuros hasta salir de nuevo al andén.

Apenas el tren comenzó a moverse hacia la oscuridad me sacó del asiento y me puso de rodillas dándole la espalda. Empujó mi espalda de la hacia enfrente haciéndome que empinando su culito hacia él y apreté los ojos sabiendo lo que se venía. Escuché el cierre del pantalón y sentí sus manos subirme el vestido hasta la cintura y bajando mi tanga, dejando mi conchita totalmente expuesta.

Una mano me tomó de la cintura fuertemente mientras sentía la cabeza de su verga ponerse entre mis labios vaginales, respiré hondo, sabiendo que me la iba a meter. Sin más miramientos, me enterró la verga entera hasta las bolas haciéndome gemir como una perrita. El gemía y gruñía obscenidades mientras enterraba su miembro una y otra vez en mi conchita.

Lo único que se escuchaba en el vagón eran los fuertes gemidos que salían de mi boca, sus gruñidos y el jugoso mete saca de una verga entrando y saliendo de mi conchita empapada.

Como sabía que tenía poco tiempo para disfrutar de mi cuerpo y tomándome de los hombros con ambas manos, empujó su verga aún más profundo con fuertes embestidas haciéndome gemir aun mas y mas.

Me agarró de los hombros y comenzó a darme embestidas fuertísimas, metiéndome la verga sin piedad, yo de rodillas con mi espalda arqueada dándole toda mi conchita en bandeja de plata.

Yo estaba que echaba ardiente porque si que te manoseen es caliente imaginense lo que se siente ser usada como un juguete sexual por este extraño, quien pronto con alaridos anunciaba que se corría.

Afortunadamente se había puesto un condón y evitó tener mi conchita inundada de semen

Su sudor me caía en los cachetes de mi culo mientras sentía el miembro duro que me acababa de penetrar a duras embestidas hacerse nada dentro de mi conchita.

Lentamente se salió de mi y rápidamente arregle mi ropa antes de salir a la luz de la próxima estación.

La severa cogida no duró más de 10 minutos, pero el morbo fue increíble. Me iba a bajar ya cuando me dijo:

— Nos vemos aquí mañana a la misma hora amor.

Y me entregó una tarjeta con el nombre Erick Brian y un número de teléfono.

FIN


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