Strip Poker 01 Piloto

01 Piloto



Labios rojo vino proactivo, absolutamente no. No soy una fulana como la Mariana esa, yo soy una niña de bien. Mejor un brillo liso casi imperceptible. 

Todos abajo están esperando por nosotras, bueno en realidad por ella. Porque ella es tan sexy y perfecta y yo la odio tanto. 

—¿Qué te parece Tanya? ¿A qué estoy tremenda? Estoy segura de que Zabdiel va a querer follarme en cuanto me vea.

Abro los ojos como platos. ¿Qué le pasa?

—Oops lo siento—dice y se pasa las manos por el cabello rubio corto y sedoso—no debería haber hablado así de tu hermano. Aunque igual no es tu hermano de sangre so...

—Igual me incomoda un poco—le digo acariciándole el brazo de mi suéter de lana rosa.

Zabdiel y yo nos hemos criado juntos desde que teníamos yo nueve y el trece años. Muchísimo ha pasado desde entonces y ahora lo considero familia. Mi madre se caso con su padre y su matrimonio ha sido feliz durante todos estos año. Yo le llamo Brother y el me llama Sis, aunque todo el mundo se sorprende pues nuestra diferencia de color de piel es abismal. Yo soy negra, casi tan negra como la noche y él es tan blanco como la nieve

—Vale perdona Sis No más bromas sobre follar con tu hermanastro.

—Gracias—le digo con una media sonrisa que casi me cuesta la vida.

No me gusta nada esta chica para él. De todas las candidatas disponibles tenía que quedarse con esta. Una rubia inventada que le gusta enseñar en culo en short corto y ponerse blusas a la moda que yo nunca podría usar debido al tamaño de mis pechos. Y para rematar es una zorra de mucho cuidado, no tiene pudor y hace todo lo que se le viene en gana con descaro. El otro día le dio un beso delante mío. Como si no pudiera ver como se esfuerza por meterme la lengua en la garganta. Y ahora me llama Sis. ¿Se puede saber quién le ha dado permiso para eso? Sis y Brother as algo solo nuestro.

—¿De verdad vas a ir vestida así? Vamos a una discoteca, no a una iglesia.

Aprieto los puños para no gritarle. Yo soy así y me gusta. Llevo puesto un pantalón de mezclilla algo ancho y un suéter rosado de lana. Qué más da a donde vayamos, es de noche y hace frío, lo mejor es ir bien abrigada.

—Así estoy cómoda

—Sí pero. Ni siquiera te vas a pintar los labios de rojo. Combinarían genial con tu color de piel.

Bueno, eso es un hecho. Cuando mis padres se van a dormir a veces me paro frente al espejo desnuda y me pinto los labios de rojo. Lo que veo es una bomba sexual, piel brillante, cabello rebelde, labios provocativos, buenas chichis, cinturita y caderas. Sin embargo, prefiero esconder todo eso debajo de ropa holgada. Mi madre me ha educado muy bien y tengo que esconder mi cuerpo voluptuoso, porque sino mi padrastro o mi hermano Zabdiel podrían sentirse atraídos hacia mi.

—No gracias

—Que insulsa eres hija mía por dios. Si yo tuviera tus tetas usaría escotes todo el tiempo. Me iría a la discoteca y haría que todos se babearan por mi. Pero bueno, por lo menos diosito me bendijo con un buen culo.

Y en eso tenía razón. Ella tenía todo el culo que a mí me faltaba. Y como no, le encantaba lucirlo en sus shorts nalga afuera combinados con blusitas de cuello en V que dejaban a entrever el comienzo de sus pequeños senos. No sé como Zabdiel ha podido caer en las garras de una chica como esa.

—Como quieras Sis. Bajemos ya dale. Los chicos nos están esperando.

Hice una mueca cuando me llamó Sis, pero no se dio cuenta. Me tomó de la mano y me arrastró escaleras abajo.

Esta es la casa de mis padres, ella no debería sentirse como Pedro por su casa, es culpa de Zabdiel por darle tanta libertad. Nuestros padres se han ido de vacaciones a Hawaii y por primera vez no nos llevan con ellos. Ya cumplí los dieciocho así que ya no soy una niña. Ya no puedo sumarme a sus planes o como ella misma me dijo, estropearselos. Zabdiel por rebote también tuvo que quedarse en la ciudad, aunque claro él no tenía problemas, de hecho estaba muy contento de pasar unos días a solas con su novia.

—Tachan. Estoy lista—dijo Mariana modelando y haciendo esa mueca tan fea que todas las chicas que se creen bonitas hacen con los labios.

—Hermosa mi amor—dijo Zabdiel. Sin siquiera voltearse para verla ni prestarle atención. Él y Christopher (el hermano de Mariana) estaban jugando una partida de Fifa en nuestra Play 5.

Sentado a una esquina del sofá estaba Richard. Mejor amigo de Chris y su compañero de cacería. Ellos dos juntos son el terror de las chicas del pueblo. Se rumorea que no queda una sola chica en toda la ciudad que no haya estado con uno de los dos. Excepto yo claro, porque yo no he estado con nadie... absolutamente nadie. Ni un mísero besito en los labios.

A su derecha está Erick. Tan bello como siempre y con esa sonrisa perfecta. Erick tiene ojos verdes y es el más joven de los amigos de mi hermano. Tiene mi edad y aunque compartimos algunas clases juntos no nos llevamos tan bien. ¿Por qué? Porque cada vez que lo veo se me acelera el corazón y se me duerme la lengua. Me gusta tanto y en vez de coquetearle lo único que hago es evitarlo. El otro día me preguntó qué día era mi cumpleaños y le dije que a las siete y cuarto. Debe pensar que soy estúpida.

—Hellouuuuu—dijo Marianna parándose en frente del televisor y automáticamente recibió abucheos y gritos por parte de los chicos para que se quitara de en medio.

No pude evitar hacer otra cosa que soltar una risita.

—¿Qué están haciendo? Me estaban apurando para que me maquillara rápido y ahora son ustedes los que no están listos.

—Demoraste mucho flaca—le dijo su hermano sin desviar la mirada de la pantalla.

—No fui yo, fue Tanya—Abrí los ojos como platos.

Me sentí atacada y expuesta, aunque  por suerte ninguno de ellos se volteo a verme.

—Yo...yo

Mariana se llevó el dedo a los labios y me guiñó el ojo. Cúbreme, susurró bajito y no tuve más remedio que encogerse de hombros.

—Si fui yo—dije poniendo los ojos en blanco y mirando al techo. Cuando bajé la vista note que Erick me estaba mirando. 

En el momento en que nuestras miradas se cruzaron un escalofrío recorrió mi cuerpo. Él me dedicó una sonrisa y devolvió la vista al televisor. Mi corazón latía a cinco mil por hora.

—Obviamente no podía ser yo—siguió hablando Marianna— porque yo sólo tardo cinco minutos en arreglarme. Mi belleza natural es tanta que apenas necesito retoques.

Y luego se sentó en la esquina del sofá,  entre Richard y Erick para terminar poniéndole una mano en la pierna a este último.

La quiero matar. ¿Por qué hace eso? ¿Sabrá que Erick me gusta?

—Nos iremos en treinta minutos—dijo Zabdiel—es lo que falta para que termine el juego.

—Bien bien, como quieran—asintió imitando mi gesto de poner los ojos en blancos y dejándose caer en el sofá. Al parecer a Richard le incomodó el gesto de la chica porque se puso de pie y se sentó en una silla. 

Yo seguía aún de pie.

Estoy nerviosa, muy nerviosa, por primera vez soy lo suficientemente mayor como para ir a una discoteca, aunque tenga que ser escoltada por mi hermano mayor. Pero no importa, de seguro es emocionante.

Me siento en una silla junto a Richard, que ni siquiera se voltea a mirarme y enciendo mi teléfono. Lo primero que tengo es una alerta del tiempo. Se pronostican chubascos y tormentas para estas madrugadas.

—No quiero interrumpir tu juego brother—dije—pero creo que deberíamos irnos ya, puede que empiece a llover.

—Solo veinticinco minutos Sis. Solo veinticinco minutos.

Puse los ojos en blanco otra vez. Ojalá y el buen tiempo me acompañe. 


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