Mi cumpleaños sería el sábado, y ya tenía planeado salir a bailar con mis amigas. Como era viernes, pretendía pasar toda la noche con Zabdiel, mi novio. Me vestí de forma casual, pero sexy. Me puse un pantalón de jean color celeste, que ya estaba casi blanco por tanto uso; sin embargo era bien ajustado y ayudaba a resaltar mucho mi figura. Lo acompañé con una simple remera con estampado, levemente escotada. Eso sí, me puse zapatos con plataforma, para levantar la cola… este pantalón lo ameritaba.
Salí rumbo al departamento de mi novio.
Cuando abrió la puerta, me llevé una gran sorpresa. Y no, no se debía a que había organizado una fiesta de cumpleaños para mí, ni nada por el estilo. Le avisé con tiempo que vendría a pasar la noche del viernes con él, y así festejar mi cumpleaños; pero allí estaban todos sus amigos.
—Hola, mi amor —lo saludé, rodeándolo con mis brazos. Le di un tierno beso en la boca.
Estaba enojada con él por haber invitado a sus amigos, tiene que soy una experta conteniendo mi furia. No quería armarle una escena delante de todos, pero Zabdiely yo íbamos a hablar muy seriamente.
—Qué sorpresa —dijo, con una sonrisa tímida.
¿Cómo qué sorpresa? ¡Si avisé que venía! Quería acogotarlo, pero en lugar de eso sonreí, mientras una vena en mi frente latía, amenazando con estallar en cualquier momento.
—Sí, amor —le dije, con bien actuada simpatía—. Quería darte una pequeña sorpresa. Ya sabés a qué me refiero —usé mi mejor tono sensual, y pasé un dedo por su pecho. Noté la mirada de sus amigos sobre nosotros.
—Em… es bueno saberlo —se puso rojo.
—No sabía que iban a estar tus amigos.
—Este… yo tampoco sabía. Ellos también decidieron darme una visita sorpresa.
—Pero estoy segura que mi sorpresa es mejor —me meneé suavemente, como una gata en celo.
—Sin dudas —aseguró mi novio, sabiendo que si llegaba a responder otra cosa sería brutalmente asesinado por una gata en celo—. Vení, pasá. A los chicos ya los conocés… bueno a un par de ellos. Él es Erick —señaló al más bajo de los tres. Tenía pelo negro y una barba de unos días, que me dificultó un poco reconocerlo; pero sí, ya lo había visto antes. Lo saludé con un beso en la mejilla, mientras Zabdielcerraba la puerta—. Ese otro es Christopher . —Se refería a un pibe algo rechoncho, sin llegar a ser gordito, con el pelo castaño, como el de mi novio. También me acerqué a darle un beso en la mejilla. Al tercero no lo conocía, se trataba de un rubio tan alto como Zabdiely con ojos celestes, me pareció un pibe muy lindo—. Este es el que no conocés, se llama Richard.
—¿Qué tal Richard? Encantada.
—Hola, un gusto conocerte…
—Lorena. Pero pueden decirme Lore, o Loli.
—Perfecto. A mí generalmente me dicen Rich.
No pude evitar recorrer toda su anatomía con la mirada, hasta me detuve unos segundos en su paquete. Lo hice sin disimular, porque quería que Zabdielse pusiera celoso. Esto era parte de mi plan de venganza por haber invitado a sus amigotes en la noche de mi cumpleaños.
—Vení un momentito, Zabdiel. Te quiero comentar algo.
Agarré a mi novio del brazo y prácticamente lo arrastré. Cuando caminé lo hice meneando mucho las caderas. Ojalá él también haya notado cómo sus amigos me miraban el culo. En especial el rubio lindo.
—¿No te acordás que te dije que iba a venir? —Le pregunté, cuando estuvimos solos en el cuarto.
—Sí, sí… pero… es que ellos cayeron sin avisar. Les dije que vos ibas a venir, pero ellos dijeron que no les molestaba.
—¿Y no les dijiste que hoy íbamos a tener una noche especial?
Me miró desconcertado.
—¿Especial por qué?
¡El muy hijoeunagranputa se había olvidado de mi cumpleaños! Y no solo eso, tampoco recordaba que estábamos cumpliendo nuestro segundo aniversario de novios. Había pasado un día de eso, pero no tuvimos ningún festejo. Yo estaba reservando todo para hoy. No pretendía que él me llevara a cenar a algún lugar elegante, o que me hiciera una fiesta sorpresa. Me bastaba con que pasáramos la noche juntos, mirando unas pelis… y cogiendo mucho.
Quería estrangularlo ahí mismo, o casarme con él solo para poder pedirle el divorcio. Sin embargo se me ocurrió algo mucho mejor. Le había declarado la guerra y él no lo sabía.
—No, por nada —dije—. Es que ando un poquito cachonda… ¿sabés? —me mostré sensual—. Tenía ganas de coger mucho; pero lo dejamos para más tarde, si es que tus amigos se van. Ahora, vamos a tomar una cerveza con ellos.
—Si querés les puedo decir que se vayan.
—No, no… no hace falta. Yo puedo esperar.
Mi plan de batalla requería la presencia de sus amigos. Usaría el motivo de la discordia a mi favor.
Caminé directamente hasta la cocina, que en realidad es parte del mismo ambiente del living comedor, solo está dividido por una barra americana. Agarré una cerveza bien fría de la heladera y algunos vasos. Me acerqué a los amigos de mi novio y puse la botella en una mesita ratona, la destapé y empecé a llenar los vasos.
Me coloqué en un punto estratégico. La mesita, al ser tan baja, me obligaba a agacharme mucho, y lo hice de la forma en la que una dama nunca debería hacerlo: con todo el culo en pompa. Pude sentir la tensión de la tela del gastado jean contra mis nalgas, y especialmente en mi entrepierna.
Christopher y Erick estaban sentados en el sofá, ellos tenían la mejor visión, ya que mi culo les había quedado prácticamente contra la cara. Me moví un poquito, apuntándolo hacia Richard, que estaba en un sillón individual, a mi derecha. Quería que él también pudiera mirarme a gusto.
Era imposible que Zabdielno se diera cuenta de cómo me miraban sus amigos; pero si lo notó no dijo nada. El que habló fue Christopher , y al toque me di cuenta de que él era el más osado de los tres. Tomé nota de ese detalle.
—Te queda re bien este pantalón, —dijo.
—Muchas gracias —respondí con naturalidad—. Este pantalón es viejo, pero hacía meses que no lo usaba, porque cuando engordé un poco ya dejó de entrarme.
—Claro, es que te queda tan ajustado que si engordás veinte gramos ya no lo podés usar. Pero eso es justamente lo que lo hace tan llamativo.
—Yo estoy re contenta de poder usarlo otra vez, tuve que matarme unos meses en el gimnasio, para tener este culo; pero valió totalmente la pena —dí unas palmaditas a mis nalgas, empinando mucho la cola.
—No sé cómo estabas antes —se animó a decir Richard—, porque te conocí hoy. Pero tengo que admitir que tenés un culo hermoso. Estoy celoso de Zabdiel, ya quisiera yo tener una novia con ese culo.
Mi novio se rió con timidez. ¿Le había molestado el comentario de su amigo? Si así fue, entonces me alegro mucho. Que se enoje.
En otro contexto me hubiera ofendido de que un pibe que recien conozco me hubiera halagado el culo de esa manera, frente a mi novio. Tal vez si Zabdielno estuviera no me enojaría tanto, pero frente a él tenía que cumplir con el rol de “buena novia”. Debía decir algo como “Esta cola es solo de mi novio”. Sin embargo le había declarado la guerra, por eso dije:
—Me alegra mucho que les guste mi culo. Pueden mirarlo todo lo que quieran, que a mí no me ofende. Al contrario, viniendo de ustedes, lo tomo como un halago. Me voy a poner contenta si me lo miran. Y si además me hacen algún halago, mejor. Me esforcé mucho por tener estas nalgas, me pone contenta que alguien sepa apreciarlas.
Eso último fue un palazo para mi novio, que llevaba varias semanas sin halagarme el culo, a pesar de lo mucho que me esforcé en el gimnasio.
Me incliné hacia adelante, más de lo neChristopher io, todo mi orto quedó a centímetros de la cara de Richard. Le alcancé un vaso a Erick, otro Christopher . Giré, esta vez apuntando mi retaguardia hacia ellos dos, y le di su vaso a Richard. Tomé uno para mí, y allí fue cuando Zabdieldijo:
—¿No me trajiste un vaso?
—Ay, no amor. Perdón… me olvidé.
—Está bien, no pasa nada.
—Vos sentate —le señalé el segundo sillón individual, que estaba enfrentado al de Richard—. Ya te busco un vaso.
No lo hice por ser servicial, sino porque quería tener alguna excusa para permanecer de pie. Mi intuición femenina me advirtió que los ojos de los amigos de mi novio estaban clavados en mi culo. Cuando agarré el vaso y volví, comprobé que era cierto. Incluso Richard había girado mucho su cuello, porque la cocina estaba a su espalda.
—Te vas a quebrar el cuello —le dije entre risas.
—Es que esas nalgas son como un imán para los ojos —esta vez fue Erick el que se animó a hablar, noté que se había tomado todo su vaso de cerveza, tal vez eso lo envalentonó.
—¡Qué tarado! —exclamé, entre risas; sus palabras me hicieron sentir realmente bien. Ni siquiera sentí pena por mi novio—. Voy a llevar otra cerveza, porque a esa no le queda más.
Saqué otra botella de la heladera y volví a la mesa ratona. Me tomé un trago de mi vaso, estaba bien fría, como me gustaba a mí. Esta vez me demoré un poco en destapar la cerveza, todo el tiempo le di la espalda a los amigos de mi novio.
—Tenés una novia muy linda —felicitó Christopher a mi novio.
—Es muy cierto, siempre le digo lo linda que está.
“No siempre —pensé—. Pero hoy me conformo con que me lo digan tus amigos”.
—Además de ser linda, me “atiende” muy bien —Agregó mi novio, con una risita picarona.
Zabdielaprovechó un segundo en el que yo giré y mi culo quedó apuntando hacia él, pasó sus dedos por mi entrepierna presionando firmemente. A pesar de tener el jean puesto, lo sentí sobre los labios de mi vagina. lo hizo de forma rápida así que no se si alguno lo notó. Tomé esta acción de mi novio como una forma de “marcar territorio”. Definitivamente las mujeres no somos las únicas que lo hacemos. Quizás se sintió amenazado por las miradas lascivas de sus amigos y quiso recordarles a todos que mi culo le pertenecía.
—La vas a hacer poner colorada —dijo Erick.
—Ay, si yo me ofendiera por un manoseo, no podría estar de novia con este degenerado —dije sonriendo y señalando a mi novio con el pulgar.
—Se ve que te conoce bien —acotó Rich.
Me di cuenta de que tomé la cerveza demasiado rápido y ésta ya estaba surtiendo efecto en mí. Además, por más que estoy un poquito enojada con mi novio, tengo que reconocer que su descarado manoseo me excitó mucho; más de lo habitual. Tal vez se deba a que sus amigos fueron testigos del hecho. Eso me llevó a ser un poquito más descarada. Di media vuelta, apuntando mis grandes nalgas hacia los amigos de mi novio y dije:
—Me esforcé tanto para tener este culo que cualquier halago me alegra el día. Hasta me pone contenta saber que me miran el culo. En el gimnasio nunca falta el vivo que me manosee un poco el orto. Les aseguro que yo no soy de las que se ofenden por esas cosas.
Fui consciente de que básicamente estaba invitando a estos tipos a que me miraran el orto con descaro, que me hicieran halagos y que incluso me lo tocaran. El primero en animarse a decir algo fue Christopher .
—Lorena, ese pantalón te queda muy bien —aseguró.
Se lo agradecí. Su comentario fue bastante suave y educado. Sin embargo Erick fue mucho más osado.
—Algo me dice que a ese culo no lo hiciste sentada —y tomó un largo trago de cerveza.
Se me revolvió el estómago de puro gusto. Si quería vengarme con mi novio por haber olvidado mi cumpleaños, ésta era la clase de comentarios que necesitaba. Además debo admitir que me puso un poquito cachonda que dijera eso… especialmente por la respuesta que yo tenía en mente. En otra ocasión no me hubiera animado a decirlo; pero esta vez no me importó.
—Eso depende —dije—. ¿Sentada en qué? —todos soltaron una risotada, excepto mi novio—. Te puedo asegurar que hay cierto tipo de “sentadillas” que ayudan mucho a formar una buena cola. Y últimamente me senté en varias.
Una vez más esa ola de placer nació en la boca de mi estómago y recorrió todo mi cuerpo. Ese último comentario fue descarado y en parte surgió del resentimiento; pero también lo dije por puro morbo. El asunto de los manoseos en el gimnasio era totalmente real, incluso se lo comenté alguna vez a Zabdiel. Él hubiera intervenido si yo no se lo hubiese prohibido. Le dije que yo misma me arreglaría con ese asunto. Lo cierto es que a mí me hace sentir muy bien entrar al gimnasio con un pantalón bien ajustado y que todos los ojos se me claven en el orto. Y si alguno se acerca a tocar un poquito, tal vez yo colabore haciéndome la boluda. Empezó como un jueguito inocente y de a poco se fue decantando en otra cosa. Algunos de mis compañeros habituales del gimnasio empezaron a notar que yo me dejaba tocar el culo sin oponer demasiada resistencia… y los manoseos se incrementaron. Especialmente en áreas que brindan un poco más de privacidad, como algún vestuario o el baño.
Christopher , que al parecer tenía una fijación con la ropa ajustada, añadió a su comentario anterior:
—Es genial que te animes a usar ese pantalón. Marca mucho. La mayoría de las mujeres no se animarían a usarlo.
—Gracias… pero tiene su precio a pagar —aseguré—. Ajusta demasiado y me aprieta un poco en la zona de la cintura. A veces no sé por qué lo sigo usando.
—Si te aprieta mucho, desabrochalo —dijo mi novio. No me dio tiempo a responder. Se paró detrás de mí y desprendió el botón de mi pantalón, además se tomó la libertad de bajar un poco el cierre, dejando a la vista la marca que había dejado el pantalón en mi piel. Como si fuera poco, todos se enteraron de que yo tenía puesta una tanga rosada.
Me dio la impresión de que Zabdielme estaba declarando la guerra. Tal vez se molestó por mis comentarios y ahora pretendía hacerme pasar un momento vergonzoso frente a sus amigos. Pero está muy equivocado si piensa que yo voy a ceder tan rápido.
—Tengo que admitir que ahora me siento mucho mejor —dije, con una sonrisa.
Acaricié las marcas horizontales que habían quedado en mi piel, por culpa del pantalón. Ya se estaban borrando; mi intención era atraer la mirada de todos hacia el pedacito de tanga que asomaba.
En el gimnasio me permití jugar un poco con eso, quitándome el pantalón en la puerta del vestuario y dejando que algún curioso me mirase el culo. Me encanta usar esas tangas deportivas en “V”. Son muy cómodas y dejan poco a la imaginación. Ideales para mostrar un poquito el orto en un gimnasio.
Pero ahora tenía puesta una tanga más bien erótica, porque pretendía pasarla bien con mi novio. Tenía pequeños detalles en encaje y era semi transparente. Mi depilado pubis se adivinaba por debajo de la tela de la tanga.
Tomé asiento sin volver a prender mi pantalón, inevitablemente todos miraron cómo había quedado marcado mi vientre con la presión del jean.
—Te quedó muy colorado, ¿no te duele? —preguntó Erick.
—Sí, un poco. Me parece que no voy a poder seguir usando este pantalón.
—Si hicieras eso, te puedo asegurar que pondrías muy triste a varios hombres —dijo Richard—, entre los cuales me incluyo.
—Lo siento mucho, pero es un sacrificio demasiado grande —respondí, echándome más en el sofá. Llevé mi cola casi al borde y mi espalda contra el respaldar separando un poco las piernas.
Me quité las zapatillas para sentirme más cómoda y acaricie la zona cercana al pubis, donde estaban las marcas dejadas por el pantalón.
—Es cierto, se te marcó mucho —dijo Christopher , quien se atrevió a pasar su mano por las marcas en mi piel. Definitivamente era el más atrevido, hasta mi novio se quedó mirándolo atónito; aunque no le dijo nada.
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