El agua de la ducha estaba tibia, tirando a fría, eso me ayudó no solo a quitar la leche de mi piel sino también a bajar mi temperatura corporal, dejé que el agua cayera sobre mi cara y cerré los ojos. No podía quitarme de la mente la imagen de esos viriles miembros juveniles. Sentía que me habían poseído. Estaba como drogada. Lavé mi vagina pero aún podía escuchar su llamada. Me invitaba al placer. Tuve que admitir que aún no había quedado satisfecha. Tomé una toalla y me sequé, me envolví en ella y regresé a la sala donde estaban los chicos. Aún no quería irme a dormir.
Al regresar a la sala de estar encontré a los chicos sentados en el sillón pasando canales en la tele, al parecer se habían lavado sus penes con agua de la cocina (luego debería darle una buena limpieza al lavatorio) pero no se habían vestido. Yo estaba envuelta en mi toalla roja y en cuanto aparecí todos se voltearon para verme. Estaban sorprendidos pero alegres. Me acerqué a ellos y se pusieron de pie al unísono, inmediatamente me despojaron de la toalla.
- Que bueno que haya vuelto, Nani – me dijo Zabdiel al mismo tiempo que agarraba una de mis tetas y la apretaba.
Ahora sus penes estaban flácidos, los toqué uno por uno y me sorprendió mucho ver con qué facilidad volvían a ponerse duros. El entusiasmo juvenil hacía milagros. No pidieron permiso para colarme los dedos en la concha, a cada rato podía sentir un nuevo dedo entrando. En ocasiones metían de a dos a la vez. Eso me calentaba muchísimo. Además todavía tenía muy presente en mi mente la lluvia de semen que me dieron estos chicos. El semen era uno de mis tabúes, podía excitarme mucho con solo imaginarlo. De joven, cuando tenía apenas un par de años más que estos muchachos y estaba experimentando sexualmente, solía hacerles sexo oral a algunos de mis amigos o conocidos sólo para poder tomarme su semen, ya con eso podía masturbarme locamente. De hecho conocí a mi marido de esa forma. Se la chupé en un cumpleaños de un amigo en común y con eso él quedó perdidamente enamorado de mí, luego se esforzó mucho por conquistarme hasta que lo consiguió. Aún me inhibía un poco la idea de chupársela a estos chicos, en parte seguía sintiéndome como la hermana mayor de cada uno, especialmente de Erick, que de verdad era mi hermano menor. Había llegado muy lejos y había cometido muchas locuras con ellos, pero no podía detenerme.
Me incliné hacia adelante dejando mi cola levantada, al instante sentí unos dedos introduciéndose en mi concha y a mi cola también le dieron. El de la cola me dolía un poco ya que nunca lo había hecho por ahí, mi marido nunca me lo había pedido, creo que no le interesaban esas cosas. Mientras dos de ellos exploraban mis partes bajas, tomé el pene de Joel y le pasé la lengua a su glande, luego hice lo mismo sobre otro pene que encontré cerca de mi cara, creo que era el de Zabdiel. Mi hermano menor se paró atrás de mí y me tomó por la cintura. Presionó su miembro contra mi culito, sabía que él disfrutaba apretándose contra eso, pero no podría introducirlo tan fácilmente así que lo dejé seguir. Richard me acercó su verga y también le di una linda lamida desde abajo hacia arriba y luego repetí la acción sobre su glande. Mi hermano menor desistió y cedió su lugar a Zabdiel, quien también se abalanzó contra mi cola, la presión de su verga era considerable y parecían no olvidar humedecer sus penes, yo podía sentir mi culito abriéndose de a poco. Lamí otro pene pero esta vez, cuando llegué al glande, lo apreté entre mis labios. Zabdiel seguía intentando lograr algún resultado, pero a pesar de empujar con fuerza no podía meterla, eso me tranquilizaba un poco.
Giré mi cuerpo para ofrecerle mi cola a Richard, tomé su miembro con una mano y lo orienté hasta mi agujerito, si bien no quería que me la metan, me calentaba mucho que lo intentaran… y a ellos también. Pasé mi lengua a lo largo de la verga de Erick y apreté la punta entre mis labios como había hecho antes. Richard presionó contra mi cola y sentí algo diferente. Ésta se abrió más de lo normal. El glande me penetró y mi culo volvió a cerrarse una vez que éste entro. No me dolió, pero el placer hizo q mis rodillas temblaran y no pude reprimir un gemido. Para disimular lamí el pene de Joel dejando su glande entre mis labios por unos segundos. Por suerte el chico no siguió presionando sino que se conformó con sentir la punta de su pene allí dentro, luego lo retiró con cuidado. Estos chicos me respetaban, no querían lastimarme, aunque si querían divertirse con mi cuerpo.
Joel ocupó el lugar de Richard y en el momento en que me introducía su glande por la cola yo lamí el de Zabdiel y lo dejé entre mis labios, pero el muchacho rubio no se conformó con eso, me tomó de la cabeza y me metió toda su verga en la boca, llegando casi hasta la garganta, no pude gemir cuando mi cola se abrió para dejar pasar la punta del pene del otro chico. Zabdiel la sacó y finos hilos de saliva quedaron colgando entre su verga y mis labios, quedé con la boca abierta, un poco aturdida, no me esperaba eso, pero tampoco me disgustó. Erick no quiso ser menos así que también metió de lleno su verga dura dentro de mi boca, esta vez estaba un poco más preparada, hasta pude disfrutarlo más cuando la fue sacando de a poco. A Richard le habrá parecido divertido el nuevo jueguito ya que también quiso probarlo, lo esperé con la boca abierta y me la tragué. Cuando Joel soltó mi cola caí suavemente de rodillas al piso. Richard no quitaba su pene y yo quedé con toda esa carne en la boca mirando como los cuatro muchachos me rodeaban sosteniendo sus vergas. Esa imagen me calentó más todavía.
Tragué el pene de Joel sin que él me lo pidiera y a los pocos segundos me lancé sobre otro miembro y lo succioné con fuerza, me estaba volviendo loca, tenía cuatro vergas para mi solita y solamente una boca, no sabía cuál comerme primero, tenía ambas manos ocupadas, masturbando siempre a dos de ellos y pasaba mi cabeza de un lado a otro, me tragaba sus penes y les daba fuertes chupadas, los podía sentir poniéndose bien duros dentro de mi boca, mis labios se apretaban con fuerza a ellos cuando los iba sacando y luego volvía a introducirlos. Ellos presionaban mi cabeza contra sus respectivos penes y me hacían comerlas por más tiempo.
- Que buenos petes hace tu nani – comentó Zabdiel.
- Los mejores – les respondió mi hermano menor.
Esos halagos hicieron que pusiera aún más entusiasmo en el sexo oral, me atragantaba con sus vergas y lo disfrutaba. Mi cabeza se columpiaba de atrás hacia adelante mientras introducía algún pene. No olvidaba chuparles bien los testículos, sé muy bien que a los hombres eso les encanta. Mis chupadas eran frenéticas y con toda la intención de hacerlos acabar, pero estos chicos tenían buen aguante, si quería lograrlo debía utilizar otro recurso.
- Siéntense acá – les pedí señalando el sofá.
Obedecieron sin chistar, se sentaron uno al lado del otro con sus vergas apuntando al techo, gateé hasta Zabdiel y bajé mi cara para comerme su verga, mientras lo hacía logré poner el falo entre mis grandes tetas, al muchachito pareció gustarle mucho ya que comenzó a gemir. Apreté bien mis tetas para que él sintiera la presión, las subía y bajaba al unísono sin dejar de chupársela. Aproximadamente un minuto más tarde sentí el dulce néctar sexual manando de su interior, saboreé el semen con placer y fui tragando todo lo que me dio, el chico apretaba mi cabeza hacia abajo para que yo no dejara de tomarme su leche.
Pasé al siguiente en la fila, que era Richard, él me esperaba con ansias y prácticamente me clavó su verga en la boca, esa brusquedad me ponía cachonda así que le comí la verga con ganas ayudándome de mis pechos. La imagen de una hermana mayor haciéndole la paja turca a un amigo de su hermano menor me hacía delirar de placer, ni siquiera podía creer que realmente lo estaba haciendo, era un efecto de la droga sexual que recorría mi cuerpo. Él también acabó en poco tiempo, comprendí que antes habían aguantado tanto porque no recibían atención directa sobre sus vergas, ahora era yo la que estaba haciendo todo mi esfuerzo para que acaben y mi experiencia en sexo oral era demasiado para estos chicos. Llenó mi boca de semen y no dejé escapar ni una gota, tuve que bajar una mano a mi concha para poder pajearme, no daba más de la calentura.
Ahora venía el momento más esperado para mí, atender a mi propio hermano menor, quería demostrarle de lo que su hermana mayor era capaz. Lamí sus testículos y recorrí todo su pene con la lengua hasta llegar a la punta, me la tragué y giré mi lengua alrededor de su glande, eso lo hizo estremecer, cuando mis tetas se unieron a la acción él pareció no tolerarlo, comenzó a moverse frenéticamente de un lado a otro mientras sostenía mi cabeza con una mano, a él le estaba dando una atención especial, hacía juegos con mi lengua o le daba fuertes chupadas en los lugares justos, en poco tiempo inundo mi boca con su espesa leche, no la tragué al instante sino que tiré mi cabeza hacia atrás, cerré mis ojos y comencé a pajearme con ganas mientras saboreaba y tragaba su esperma.
Una de las experiencias sexuales más fuertes que tuve en mi vida ocurrió hace unos tres años y medio, cuando fui con Luis, mi esposo, al casamiento de uno de sus amigos. Fue un casamiento para adultos, no hubo niños invitados, tampoco fue una locura sexual, simplemente hubo algunos jueguitos sexualmente sugerentes, nada del otro mundo, pero a mí me habían puesto cachonda. Para colmo la gran cantidad de alcohol que mi marido y yo ingerimos nos hacía perder la cabeza, no podía estar mucho tiempo cerca de él sin que me toqueteara. Esa noche tenía puesto un vestido azul marino pegado al cuerpo que era bastante corto, por eso él tenía vía libre para tocarme o meterme los dedos. Yo también lo toqueteaba cuando nadie nos miraba. El asunto comenzó cuando notamos que uno de los mozos de la fiesta no me sacaba los ojos de encima, pensé que eso disgustaría a Luis, pero ocurrió todo lo contrario, le calentaba saber que el tipo me miraba con tanto deseo. En un momento él me desafió, supongo que fue porque ambos estábamos ebrios y cachondos, me dijo que no me animaría a chupársela al mozo, noté por su tono que realmente él quería que lo hiciera.
En cuanto tuve la oportunidad me acerqué al mozo y le toqué el bulto diciéndole al oído que me siguiera. Ni siquiera tuve que mirar para atrás, el tipo no me perdió la pista. Llegamos al baño de damas y comprobé que estaba vacío, lo hice pasar y nos encerramos en un cubículo. Ahí nomás le bajé los pantalones y comencé a chupársela. El tipo no lo podía creer, se movía de atrás para adelante como si me estuviera cogiendo por la boca. Le di unas lindas chupadas a todo el falo hasta que varios minutos después me acabó en la boca. Lo dejé solo en el baño recomponiéndose de la sorpresa y regresé con mi marido, me senté junto a él y abrí la boca para mostrarle el semen del mozo, luego me lo tragué. Eso lo calentó mucho, tanto que me metió los dedos en ese mismo instante. Por suerte nuestra mesa estaba en un rincón oscuro y desde este ángulo nadie nos podía ver. Metí la mano en su pantalón y le toqué la verga, la tenía muy dura.
La noche no terminó con eso. Luis me quitó la bombacha para poder tocarme con más libertad y en un momento me acerqué a la barra a pedir una botella de champagne. Mientras esperaba me apoyé sobre la barra con la colita parada, no podía pensar con claridad por culpa del alcohol, olvidé lo corto que era mi vestido y lo desprotegida que estaba. Mi conchita quedó a la vista mientras aguardaba por la botella y en pocos segundos sentí que alguien me arrimaba por detrás, tenía el bulto muy marcado, lo sentí justo sobre mi sexo. Me tocó una pierna y como no le dije nada me metió los dedos en la concha. Cuando vi quién era el misterioso hombre me sorprendí mucho, se trataba de Christopher, el novio, ese que se estaba casando esa misma noche, el amigo de mi marido. Miré rápidamente para todos lados y me di cuenta de q el único que nos vio fue el que atendía la barra, pero lo disimuló bastante bien. Le sonreí al amigo de mi marido mientras me colaba los dedos y froté mi cola contra su bulto. Cuando me dieron la botella me di vuelta y pasé a su lado, no me fui sin antes tocarle la verga por arriba del pantalón, la tenía tan dura como Luis.
Como soy una esposa fiel (aunque cachonda) le conté a mi esposo lo ocurrido mientras tomábamos champagne, él me dijo que la reacción de su amigo era lógica, que yo estaba muy buena y él nunca había tenido una despedida de soltero decente, si bien su mujer era una rubia preciosa y la pasaría muy bien con ella, extrañaría el contacto con otras mujeres. En ese momento Christopher se nos acercó, arrastró una silla hasta sentarse a mi lado y vio que mi marido me estaba metiendo los dedos. Luis no disimuló mucho, apartó la mano deslizándola por mi pierna y cuando llegó a mi rodilla, me las abrió un poco más, mi concha estaba a la vista y toda mojada. Su amigo nos hablaba de cosas sin sentido y nos sonreía. Mi marido me hizo una seña y yo comprendí perfectamente. Le toqué el bulto a Christopher mientras seguíamos hablando, él no tardó mucho en meterme los dedos, supo de inmediato que a su amigo no le molestara que toquetearan a su mujer. Luis dijo que quería ir al baño y le preguntó a Christopher si quería acompañarlo, antes de que él se negara dije que yo también quería ir.
Caminamos los tres hasta los baños, estaban uno pegado al otro pero en cuanto vimos que el baño de hombres estaba completamente vacío nos metimos a ese. Christopher comenzó a toquetearme de inmediato, me levantó el vestido hasta la cintura y me arrimó. Pude sentir que sacaba la verga del pantalón y la frotaba contra mi conchita mojada. Le sugerí que nos metiéramos a uno de los cubículos por si llegaba a entrar alguien, mi marido se quedó haciendo guardia con la verga en la mano, pero apuntando hacia un mingitorio para disimular. El cubículo era pequeño pero Christopher logró pararse con los pies a los lados del inodoro y apoyando la espalda contra la pared, yo me cerré la puerta y apoyé las manos sobre ella. Me clavó con unas ganas tremendas, sentí su verga muy adentro y lo incité a que se moviera más rápido. En ese momento ocurrió algo inesperado, alguien entró al baño y de inmediato dijo:
- Uy perdón, creí que era el baño de mujeres – por la voz supe que se trataba de Clara, la novia de Christopher. Nos quedamos petrificados dentro del cubículo.
- No pasa nada chiquita – dijo mi esposo.
- Ahh hola Luis, ¿no lo viste a Christopher? – ella parecía estar aún más borracha que nosotros, su lengua se movía de forma perezosa al hablar.
- No, hace rato que no lo veo.
- Si, yo tambie… ¡Epa! ¿Qué es eso? – Casi me da un infarto, pensé que habíamos sido descubiertos – ¿por qué la tenés así? – ahí supe que ella había notado la erección de mi marido.
- Es que vine al baño a tocarme, porque mi esposa no quería atenderme – el muy hermano menor de puta hasta parecía apenado, tuve que morderme la boca para no reírme.
- Ay, pero que mala. No me hubiera esperado eso de Nani. Dejarte en ese estado… con lo linda que está – esta vez fue Christopher quien tuvo que reprimir la risa, él aún seguía cogiéndome, aunque más despacio – Uy, que dura está – exclamó ella, en ese momento me animé a abrir un poco la puerta del baño, podía verlos reflejados en el gran espejo que estaba directamente frente a mí, ella le estaba tocando la verga a mi esposo – yo lo buscaba a Christopher porque quería que me dé, también estoy muy caliente. Hasta me saqué la tanga.
- ¿De verdad? – preguntó Luis haciéndose el ingenuo, el vestido de la novia era muy sexual, era corto, muy escotado y tenía unas medias de encaje muy sexys. Mi marido le levantó la falda, la rubia tenía la conchita perfecta y totalmente depilada – pero si hasta estás mojada – dijo metiéndole los dedos.
- Si, mucho. No aguanto más las ganas. Quiero que alguien me la ponga – la putita estaba sonrojada y no soltaba la verga de mi marido.
- De eso me puedo encargar yo.
La hizo dar media vuelta y la apoyó contra la pared, se acercó desde atrás y ella levantó la cola y separó las piernas, su concha era realmente hermosa, mi marido se la abrió al clavársela. Ella comenzó a gemir como una putita en una película porno, eso provocó que Christopher se calentara mucho, empezó a clavarme con mucha fuerza, sacaba toda la verga y me la volvía a enterrar de un solo empujón, yo tenía ganas de gritar de placer pero debía reprimirme. Los minutos pasaban y yo tuve mi primer orgasmo de la noche, el ver cómo Luis se cogía a esa putita me calentó muchísimo. La mina tenía el culito redondo y la conchita rosada, sus fluidos salían cada vez que mi marido se la sacaba un poco. Para colmo Christopher me estaba dando una empernada magnífica. Vi que la rubia acabó en un grito de placer, de su concha salieron jugos sexuales en cantidad, Luis siguió dándole durante unos segundos más hasta que se la sacó.
- Ay, que rico que estuvo eso – dijo la novia con una vocecita de actriz porno ingenua – pero no le cuentes nada a mi marido, por favor.
Mi esposo le garantizó que Christopher nunca se enteraría de lo ocurrido y allí por fin ella abandonó el baño de hombres y yo pude gemir en paz mientras su novio me cogía sin parar. Luis se acercó a nosotros y como me vio agachada me ofreció su verga, él aún no había acabado. Se la chupé y saboreé los jugos vaginales de la rubia, era la verga más rica que me había comido en mi vida y además estaba disfrutando de dos hombres al mismo tiempo. No era la primera vez que lo hacía, pero me encantaba. A los pocos minutos mi marido llenó mi boca de leche.
- Nuestras esposas tienen algo en común – dijo mi marido – las dos tienen debilidad por la poronga – me tragué toda su leche. Me puse de rodillas y se la chupé a Christopher. Fue la tercer acabada en mi boca en el transcurso de la noche. Un record personal.
Ahora, cuando terminaba de tragar el semen de mi propio hermano menor, estaba a punto de batir mi propio record, allí tenía la cuarta verga de la noche, la de Joel. Me la metí en la boca sin dudarlo y se la mamé con unas ganas especiales, me movía más rápido que de costumbre, casi podía sentir que mi cabeza se saldría en cualquier momento. Sentía la verga golpeando contra mi garganta y eso me producía arcadas que me obligaban a tranquilizarme un poco, pero aun así seguí chupando, metí la verga entre mis tetas y las moví de arriba hacia abajo sin parar hasta que por fin sentí que estallaba dentro de mi boca con fuertes chorros de leche tibia.
Ahí nomás me tendí de espaldas sobre el piso, abrí las piernas y me masturbé frente a los chicos. Empecé por frotarme frenéticamente el clítoris y masajearme las tetas con la otra mano hasta que decidí que necesitaba algo adentro, me metí los dedos con pasión, ellos podían ver cómo entraban y salían mientras mi conchita se llenaba de viscoso fluido. Gemía y me sacudía, mantenía los ojos cerrados así que no podía ver a los muchachos, pero me calentaba el doble saber que me estaban mirando. ¿Cómo imaginaría yo que esta noche iba a terminar pajeándome frente a mi hermano menor y sus amigos? Lo importante es que sucedió y todos lo disfrutamos mucho. Cuando acabé sentí que de mi vagina salía mucho líquido, quedé toda mojada y satisfecha. Cuando me reincorporé me despedí de los chicos dándole un besito corto en la boca a cada uno y me fui a dormir, ellos hicieron lo mismo, estábamos agotados.
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