Una hermana mayor sorprende a su hermano menor mientras éste miraba películas pornográficas y se masturbaba junto a sus amigos.
Nani Parte 1
Mientras mi hermano menor reía a carcajadas junto con sus amigos en la sala de estar, yo preparaba el bolso de trabajo de mi marido, habían vuelto a cambiar su turno en la fábrica y hoy le tocaría trabajar durante la noche. En cuanto todo estuvo listo despedí a mi esposo con un beso en la boca, él me dio una palmadita en la cola y me saludó con la mano mientras se alejaba. A pesar de los años que llevamos casados seguimos siendo muy felices juntos y aún nos comportamos como una pareja de adolescentes, tenemos sexo cada vez que podemos y lo disfrutamos mucho, lamentaba que él tuviera que trabajar esta noche ya que yo estaba en perfecto humor para hacerle el amor apasionadamente, pero bueno, no tenía más remedio que esperar hasta el día siguiente.
Mi hermano menor Erick se está quedando estas vacaciones con nosotros tiene 18 años y acaba de terminar sus estudios secundarios, ya está listo para salir al mundo y estudiar una carrera universitaria. Nunca nos dio mayores problemas, siempre fue un chico obediente y tranquilo, con buenos amigos que no lo llevan por el mal camino. En este momento tres de sus amigos se encontraban con él en la sala. Me acerqué a ellos para preguntarle si no les hacía falta nada, sus amigos se comportaban de una manera un tanto boba conmigo. Creo que los intimidaba un poco mi apariencia. Soy una mujer de físico privilegiado y sé que despierto fantasías eróticas en muchos hombres, pero a pesar de las tentaciones, nunca engañé a mi esposo. Tengo el cabello largo y ondulado, color castaño oscuro. Debo admitir que mantenerme cerca de los gimnasios han favorecido mucho mi figura, conservo un cintura bien torneada y una cola que se mantiene redonda y paradita. Mi piel es clara, pero este último verano me ocupé de broncearla un poco y aún conservo algo de ese color.
Noté que uno de los amigos de mi hermano menor no dejaba de mirar mi escote, y eso que no era muy prominente, aunque el tener los pechos de tamaño considerable, hacía que llamaran más la atención. El curioso era Erick, un joven delgado y alto, de casi 1,80 m. Parecía ser un chico muy tímido por eso no lo reprendía por mirarme, eso tal vez lo mataría de la vergüenza, además no me hacía ningún daño.
- En un rato nos vamos, nani – me anunció mi hermano menor luego de decirme que no necesitaban nada.
- ¿Puedo preguntar a dónde van?
- A la casa de Joel, vamos a… mirar unas películas – me llamó un poco la atención el tono que empleó, pero mi hermano menor no era de mentir, así que debía confiar en él.
- ¿Por qué no se quedan acá? – les sugerí. La verdad es que me daba un poco de temor quedarme sola en la casa toda la noche – Felipe no vuelve hasta mañana al mediodía, hace horas extras, así que no molestarían para nada.
- ¿Y vos nani?
- Yo me quedo en mi cuarto mirando televisión, estoy algo cansada así que me voy a acostar temprano – no era cierto pero no quería que pensaran que les aguaría la fiesta quedándome con ellos – podemos pedir unas pizzas para la cena y todo.
Estuvieron de acuerdo con mi idea, cada uno de los chicos telefoneó a su casa avisando dónde estarían, yo me sentí muy aliviada, como hermana mayor estaba más tranquila sabiendo que mi hermano menor se quedaba en casa y a su vez me tranquilizaba la idea de no quedarme sola. Comimos las pizzas en cuanto llegaron, a ninguno le disgustó que yo cenara con ellos, de hecho parecían alegres. De vez en cuando escuché comentarios por lo bajo en los cuales los chicos me halagaban, le decían a Erick cosas como “que buena es nani”, “que linda está nani”, etc. Yo me hacia la sorda pero esos comentarios me dibujaban una sonrisa en el rostro.
Zabdiel, otro de los amigos de mi hermano menor, parecía que iba a quebrarse el cuello intentando mirar bajo mi vestido, que no era muy largo y mis estilizadas piernas se sentían libres. El muchacho estaba sentado frente a mí y como sólo había una mesita ratona entre nosotros, podía tener una buena visión de mis extremidades inferiores. Al principio me sentí un tanto incómoda, el chico disimulaba muy mal su comportamiento, pero me provocaba cierta ternura verlo intentar.
Mi vestido era bastante suelto, con cualquier movimiento se ondeaba. Decidí darle una pequeña recompensa por sus esfuerzos y separé un poco las piernas, lo justo y necesario como para que sólo él pudiera ver mi ropa interior, pero lo suficiente como para q la notara con facilidad. Yo tenía puesta una bombacha blanca común y corriente, no era mucho lo que iba a ver, pero seguramente le gustaría. Estuve en esa posición durante unos segundos y cuando lo miré con el rabillo del ojo me sorprendí al notar un pequeño bulto sobresaliendo de su pantalón. Inmediatamente cerré las piernas, no quería provocarle una erección al chico. Me sentía avergonzada, yo una mujer grande haciéndole esas cosas a un chico de 18 años. De todas formas me sorprendió que el chico se excitara tanto con tan poco. Era como ver un bikini, a lo sumo.
La cena terminó y yo me encargué de recoger las sobras y limpiar todo. Los chicos se fueron a la sala de estar donde se encontraba el televisor. Con mi marido nos habíamos encargado de construir un pequeño cine hogareño, teníamos un televisor moderno y de gran pantalla, un buen equipo de audio conectado a él y un gran sillón en el que entraban cuatro o cinco personas cómodamente. Además había otros dos sillones individuales, uno a cada lado del sillón mayor. Me despedí de ellos tan rápido como pude, no quería robarles más tiempo, me dirigí a mi cuarto quitándome las sandalias mientras caminaba y en cuanto cerré la puerta me quité el vestido. Me llevé una sorpresa al hacerlo, de pronto recordé que no vestía una simple bombacha blanca, eso fue en la mañana, luego de bañarme en la tarde me la cambié por algo más sugerente para mi esposo, una tanga roja bastante diminuta y con una tela que transparentaba un poco, lo peor era que hacía sobresalir mis pelitos por los huecos de la tela y por los lados. Ahora comprendía por qué Zabdiel se había excitado tanto, pobre chico, debo haberle generado un trauma. Un involuntario calor invadió mi zona púbica, en parte me calentaba un poco el saber que el chico había visto eso.
Me quité el corpiño dejando mis tetas respirar, mis pezones estaban un poco erectos, los toqué apenas y comprobé que en efecto, me había puesto cachonda. Decidí ignorar las reacciones de mi cuerpo. Me acosté en la cama y encendí el televisor, estuve mirando algunos programas buenos durante casi una hora y media, pero algunos pensamientos habían vuelto para atormentarme. No podía sacarme de la cabeza la idea de que esos chicos fantasearan con mi cuerpo y que me miraran de esa forma.
Deslicé mi mano hacia mi entrepierna y toqué mi vello púbico, el cual llevo al natural. En menos de un minuto ya estaba estimulando mi clítoris y podía sentir mi vagina humedeciéndose. No comprendía bien qué me pasaba, no solía excitarme de esta forma por alguien que no sea mi marido. Mordí mi labio inferior cuando una loca idea se cruzó por mi cabeza, la rechacé inmediatamente, pero de a poco fui convenciéndome de que podría hacerlo sin mayores consecuencias, no sería más que un jueguito divertido. Acomodé mi tanga y me levanté.
Busqué entre mis cajones algunos de mis mejores camisones, encontré uno color negro, tipo falda con ondas. Era levemente transparente, por un momento me pareció demasiado provocativo, pero sin meditarlo mucho, me lo puse. Se aferraba muy bien a mis pechos, hasta hacía que los pezones se marcaran un poco, y si la luz era buena, tal vez podría verse la aureola oscura que los rodeaba. Más abajo el camisón era todo lo contrario, no era ajustado para nada, parecía flotar sobre mis piernas sin casi tocarlas. Cubría apenas lo necesario como para que mi tanga no se viera, el tema es que ésta era roja y llamaría mucho la atención. Me la quité y busqué alguna otra de color negro. Solamente pude encontrar una, que era apenas un triangulito con un fino elástico, me la puse, de todas formas esta vez no pretendía llegar tan lejos, sería algo de apenas unos segundos.
Ya más decidida, pero con el pulso acelerado, abandoné mi cuarto dispuesta a pasearme delante de los chicos vistiendo un conjunto sumamente erótico. Luego regresaría a mi cuarto a masturbarme. Por suerte necesitaba pasar por la sala de estar para poder llegar a la cocina con la inocente excusa de buscar algo para tomar. Entré en la sala de nuestro cine hogareño desde una puerta que miraba hacia el costado izquierdo del sofá. Apenas vi a los chicos me quedé congelada, con los ojos abiertos como platos, ellos escucharon mi llegada y reaccionaron de la misma forma que yo. Un silencio sumamente incómodo se manifestó, pero rápidamente fue interrumpido por unos gemidos a poco volumen provenientes del televisor. Nada de lo que pudiera imaginar me hubiera preparado para semejante escena.
Los cuatro chicos, incluido mi hermano menor, estaban sin pantalón y pude ver cuatro juveniles penes totalmente erectos, estaban sentados frente al televisor donde una película pornográfica se estaba reproduciendo y obviamente ellos se masturbaban al verla. Siempre me dio pavor la idea de sorprender a mi hermano menor masturbándose, como toda hermana mayor sé muy bien que él lo hace, por eso siempre golpeo la puerta antes de entrar a su cuarto, pero esta vez no tenía motivo alguno para pensar que pudiera estar haciéndolo. Soy partidaria de que la masturbación es una necesidad que debemos satisfacer, me encanta que él lo haga, pero respeto su privacidad. Los cuatro chicos continuaban estáticos mirándome fijamente, ninguno había intentado cubrir sus vergüenzas, de hecho, aún seguían con sus manos allí, como si solamente hubieran pausado la masturbación. Llegó a mí el fuerte impulso de dar media vuelta y cerrar la puerta, pero eso sólo preocuparía a los chicos, sentirían que fueron descubiertos haciendo algo malo y eso les produciría mucha vergüenza. La culpa era mía, por cometer la estupidez de venir hasta acá a hacerme la hermana mayor cachonda. Soy una estúpida.
- ¡Uy, disculpen! – Dije sonrojándome al máximo – no sabía… - las palabras se trababan en mi boca, los chicos intentaron cubrirse con sus manos, se veían tan avergonzados como yo – no, está bien… no se detengan, es mi culpa… no quise – no sabía cómo explicarles.
- ¡nani! Perdón, pensé que ya estabas dormida – mi hermano menor intentó levantar su pantalón del suelo.
- No pasa nada, en serio. No quiero arruinarles la… - no sabía si llamarlo fiesta – fue mi culpa, no debí venir a molestar.
- Disculpe señora, lo que hicimos estuvo mal – se lamentó Richard mientras intentaba tapar su pene.
- No tiene nada de malo, de verdad… es normal… - alguno de los chicos puso la película en pausa, en la pantalla se veía una mujer blanca de pelo negro y cuerpo monumental recibiendo un grueso pene dentro de su vagina – lamento haberlos interrumpido, no se detengan por mí, me haría sentir culpable.
- La culpa es nuestra, esta es su casa, no debimos… - preguntó Zabdiel, el cuarto chico, un muchachito rubio de cabello corto que era muy bonito, seguramente era el que más atraía a las mujeres de los cuatro.
- Es mi culpa – insistí – yo los hice quedar en la casa. No tiene nada de malo…
- Tu nani es muy buena – dijo Joel – si mi nani nos veía así… nos mataba a todos juntos.
- Yo soy una mujer comprensiva, yo también pasé por la adolescencia… hice muchas locuras, no tengo derecho a recriminarles nada a ustedes. Pueden seguir tranquilamente, yo busco algo para tomar en la cocina y los dejo tranquilos.
Caminé hacia la cocina pasando por detrás del sofá, todos me miraron pasar, evidentemente habían notado mi atuendo, la situación no era tal como la imaginaba pero podía ver la reacción de cada uno con mis propios ojos, los penes se les pusieron aún más duros, incluso a mi propio hermano menor.
- ¿De verdad no le molesta que sigamos? – Volvió a preguntar Zabdiel.
- En serio, sigan tranquilos, yo no los molesto más – dije tomando una botella plástica con agua de la heladera.
La película se puso en movimiento otra vez, ellos parecían algo tímidos, desde la cocina podía ver todo ya que no hay pared que divida un área de la otra, solamente hay una angosta mesada. No movían sus manos con mucha energía, estaban tanteando la situación con cuidado, como si yo fuera a decirles algo malo. Tomé un pequeño sorbo de agua directamente de la botella sin apartar la mirada de esos cuatro miembros erectos, nunca en mi vida había visto tantos al mismo tiempo, me sentía un poco obnubilada, no podía pensar claramente. Caminé de regreso a mi habitación sin decir nada, pero en cuanto pasé por detrás del sofá Richard me dijo:
- Señora, no hace falta que se vaya… si no le molesta – fue una insinuación, seguramente quería mirar mi cuerpo por un rato más o le calentaba la idea de que yo lo vea masturbándose.
- Ustedes necesitan privacidad. No quiero molestarlos.
- De verdad señora – agregó Zabdiel – no nos molesta para nada, pero si la hace poner incómoda, lo entiendo – este chico era un encanto, hasta parecía apenado porque me marchara.
- ¿Incómoda? – la verdad si me ponía bastante incómoda, pero tenía que admitir que yo me la había buscado al venir hasta acá vestida de esta forma, podría quedarme un ratito, para que no se sientan culpables y luego regresar a mi cama – no, para nada, no me pone incómoda.
Para demostrar seguridad me senté en el sillón individual de la izquierda, este no miraba hacia el televisor, sino que apuntaba derecho hacia los chicos. Inmediatamente noté sus miradas en mí, estaba muy sonrojada, no sólo porque se estaban masturbando sino también por las explícitas escenas de la película, nunca había visto material de este tipo delante de mi hermano menor. La chica de la pantalla ahora estaba acompañada por dos hombres, uno la penetraba desde atrás por la vagina y el otro le ofrecía su pene, para que ella pueda chuparlo. Mis ojos iban de la pantalla a los miembros erectos de los chicos, me di cuenta de que estaba muy tensa, tenía las piernas juntas y las manos sobre las rodillas, intenté relajarme un poco, pensar en otra cosa, aunque no lo conseguía. Me senté más cómodamente, apoyando mi espalda contra el respaldar del sillón y separando levemente las piernas. Ninguno decía nada, pero los ojos se movían constantemente, a veces se centraban en mí y eso hacía que me incomodara aún más, ya que los tenía justo delante, masturbándose pensando en mí. Pero la excitación recorría mi cuerpo, esto iba haciendo que todo me importara menos, después de un rato ni siquiera me importaba que mi hermano menor se masturbara mirándome.
Dejando mis preocupaciones de lado separé más mis piernas, debido a la muy escasa ropa que llevaba mi entrepierna podía verse con facilidad. La diminuta tanga negra mostraba pelitos sobresaliendo por todos lados, me concentré en la película mientras mi hermano menor y sus amigos me miraban sin dejar de masturbarse, los chicos se daban con ganas, sus manos se movían constantemente y sus erectos miembros parecían dotados de vida propia. En la película la protagonista estaba siendo penetrada por tres hombres, uno por cada agujero disponible, yo luchaba contra mis ganas de masturbarme.
- Espero que no pienses que las mujeres hacemos esas cosas – les dije – en estas películas todo es actuado… y mal actuado. La mayoría de las mujeres no se comportan de esa manera.
- Si nani, lo sabemos – mi hermano menor tampoco parecía preocupado por estar masturbándose frente a mí – pero es lindo imaginar esas cosas, y mucho más lindo es verlas – puse una de mis piernas sobre el apoyabrazos del sillón, esto dejó una gran separación entre ellas y la diminuta tanga tapaba muy poco mi nidito sexual.
- Nani ¿usted se…? – Richard no se atrevió a completar la pregunta.
- ¿Si yo qué? – pregunté intrigada, los cuatro miraban directo hacia mi vulva, esta estaba apretada en un pequeño triángulo de tela negra y amenazaba con salirse por los lados, la división de mi vagina se notaba mucho.
- ¿Usted podría mostrarnos sus pechos? – se animó por fin. La pregunta me tomó por sorpresa, los miré incrédulas, los cuatro portaban su mejor cara de súplica.
- No creo que eso sea apropiado – como tampoco era apropiada la forma en la que estaba sentada frente a ellos.
- Bueno, pero nosotros estamos aquí desnudos… y usted puede vernos – comenzó diciendo Zabdiel – nosotros solamente le pedimos ver un poco. Creo que es justo – justo o no yo ya no tenía muchas ganas de seguir argumentando.
- Está bien, pero solamente un ratito, después me vuelvo a mi cuarto – todos asintieron con la cabeza.
Sin mucho preámbulo bajé la mitad superior de mi camisón exponiendo ambas tetas al unísono. Eran grandes y bien redondas, la aureola de mis pezones era marrón y contrastaba mucho con la piel blanca de mis pechos. Los masajeé un poco y pude ver como aceleraban el ritmo de su masturbación, al parecer ninguno estaba dispuesto a acabar todavía, me sorprendía el aguante de estos chicos. Uno de ellos puso la película en pausa.
- ¿Puede venir más cerca? – preguntó Joel tímidamente.
Él era quien más me sorprendía, no podía creer que un chico tan tímido se animara a masturbarse frente a sus amigos… o frente a la hermana mayor de su amigo. No pude negarme a su pedido, el camisón cayó al piso en cuanto me puse de pie ya que no tenía de dónde sostenerse. Quedé vistiendo solamente esa diminuta tanga que dejaba poco a la imaginación y q se metía cada vez más dentro de mi vagina. Los cuatro estaban muy sorprendidos cuando desfilé frente a ellos con paso sensual. Sus manos se agitaban frenéticamente, me sentía una estrella porno. Di un giro completo sobre mis talones para mostrarles todo mi cuerpo, mis pechos rebotaban cuando me movía. Al parecer Zabdiel no se pudo reprimir más y se puso de pie junto a mí. Sin darme tiempo a nada agarró mi teta derecha con una de sus manos.
- Hey, no dije que podían tocar – no me enfadé, se lo dije en un tono simpático – además tienen las manos pegajosas –
Di un paso hacia atrás y cuando me di cuenta Richard ya estaba parado junto a mí.
- Es que nunca tocamos una, nos gustaría saber qué se siente – y a continuación agarró mi otra teta.
- Bueno, bueno. Ya lo saben, ahora pueden ir soltando. Erick defendé a tu hermana mayor – le rogué a mi hermano menor, pero éste solo se rio de mí y vino junto con Joel a tocar mis voluptuosos senos.
Intentaba apartarme de ellos pero me tenían rodeada, Richard se colocó atrás, muy pero muy pegado a mí. Sentí su pene contra mi vagina, por suerte la tanga me protegía. Moví la cadera hacia un lado para sacarlo de allí pero él volvió a apuntar al mismo lugar, no me quedó más remedio que apartar su pene usando mi mano. Se lo agarré y lo sostuve con la mano izquierda a un lado de mi pierna. Estaba muy duro. Como si fuera poco, éste no era el único pene que me amenazaba, podía sentir al menos dos más contra mis piernas y muchos dedos toqueteando mis tetas. Estos chicos parecían zombies sexuales. Tenía que alejarme de ellos porque pronto perderían el interés por mis pechos y buscarían otra zona. Zabdiel sostuvo su pene con una mano y parado frente a mí comenzó a frotarlo contra mi vagina, podía sentir la calidez de su carne y mis fluidos sexuales manaban atravesando la delgada tela que me protegía. Tuve que aferrarme con mi mano libre al miembro de Zabdiel y así poder apartarlo, pero esto me dejó desprotegida, aún tenía firmemente agarrado el pene de Richard con mi mano izquierda y ya no tenía forma de apartarlos de mí.
- ¡No chicos, basta! – Me quejé – me van a hacer enojar, cálmense – pero ninguno parecía escuchar mis palabras.
Mi propio hermano menor imitó a su amigo y lamió mi pezón derecho. Esto me produjo una extraña y morbosa sensación. De todas formas luché contra mis instintos sexuales e intenté caminar hacia el sillón individual que ocupaba antes, quería recoger mi camisón, pero no podía moverme con facilidad, tenía a estos chicos fuertemente aferrados a mí, tenía que esforzarme mucho por dar un simple paso. Ni siquiera podía soltar los penes por mucho tiempo porque enseguida intentaban apuntarlos hacia mí. Llegué hasta mi camisón pero no podía agacharme para recogerlo, los cuatro aprovechaban la oportunidad de tocar mi cuerpo, varias manos pasaron por mi zona púbica, aunque se notaban temerosas de ir más allá, los dedos apenas rozaban mi intimidad. Aunque ninguno desaprovechó la oportunidad de lamer mis pechos. No me había dado cuenta pero mis manos se movían instintivamente sobre las vergas que agarraba, hasta parecía que los estuviera masturbando, no quería que los chicos creyeran eso así que las solté inmediatamente. Ya con las manos libres intentaba empujarlos lejos de mí, pero en cuanto conseguía apartar uno, otro tomaba su lugar. Además Richard se aferraba con firmeza a mi cintura, lo cual me impedía moverme.
Erick tomó mi mano y la dirigió hasta su pene, me sorprendió mucho que hiciera esto, pero aparentemente él no me veía como hermana mayor en este momento, además era muy fácil dejarse llevar por la situación, era obvio que a mí también me costaba resistirme ya que agarré su miembro erecto. Sentirlo entre mis dedos fue muy estimulante, estaba pegajoso pero emanaba mucha sexualidad. Toqué su glande y eso pareció gustarle. La fuerte mano de Richard me apretó la cola al mismo tiempo que Zabdiel volvía a colocar su verga contra mi sexo. Mi corazón latía tan fuerte que tenía miedo de que ellos pudieran oírlo. Sentir el glande el muchachito rubio surcando entre mis labios exteriores me hizo perder la razón y me llevó a cometer una locura.
Sin poder resistirlo más subí mi pierna derecha al sillón, quedando así más expuesta. Los labios exteriores de mi vagina florecieron por los lados de mi tanga, que se apretó en el centro de mi sexo, escuché q alguno de los chicos soltaba una exclamación al ver esto. Tomé el pene de Zabdiel con mi mano y lo orienté hacia el medio de mi vagina. Su primera embestida fue potente, no me penetró solo porque la tanga aún llegaba a protegerme, pero aun así me produjo mucho placer. Con mi otra mano estimulaba el pene de mi hermano menor que latía entre mis dedos. El muchacho rubio volvió a embestirme y no pude evitar gemir. Mi mano izquierda buscó a tientas otro pene, encontré el de Richard y comencé a estimularlo mientras seguían presionando contra mi sexo. Mi concha era un océano de flujos y si seguíamos así en cualquier momento Zabdiel encontraría la forma de evitar chocar contra la tanga, pero en lugar de seguir con su tarea, se apartó para permitirle a Joel hacer lo mismo, la timidez del chico había desaparecido por completo, acepté su largo pene y dejé que lo apoyara firmemente. Los dedos de Richard hurgaban por detrás, entre mis nalgas y mis tetas seguían acaparando bastante atención, siempre había una mano o una boca en ellas.
- Está bien chicos, los voy a dejar jugar un ratito conmigo, porque me caen bien – “y porque estoy muy caliente” pensé – pero solamente un poquito, cuando yo diga basta es basta.
Todos asintieron. Se apartaron de mí sabiendo que esta vez yo colaboraría. Me coloqué mirando de frente al sillón individual y apoyé mis manos sobre los apoyabrazos, así quedé dándole la espalda a los cuatro muchachos, inclinada hacia adelante con la cola levantada expuesta a un millón de toqueteos. Aunque mantuve las piernas juntas mi vagina sobresalía entre ellas, uno de ellos tiró de mi tanga hacia arriba haciendo que ésta se meta aún más en mi concha, todos exclamaron por la sorpresa de ver mis hinchados labios vaginales adornados con pelitos negros.
- Se portan como si nunca hubieran visto una vagina – les dije.
- Nunca habíamos visto una en vivo y en directo, y mucho menos una tan hermosa – contestó Zabdiel.
- Oh, gracias.
Ese dulce comentario me hizo separar un poco las piernas para que pudieran apreciarla mejor. Ninguno se movió y yo ya comenzaba a dudar, tal vez estaba asustando a estos chicos, esto era una completa locura. Cuando estuve a punto de ponerle fin a todo sentí que una verga se pegaba a mi vagina y empujaba con fuerza, me hizo levantar más la cola.
- ¡Ay, despacio! – no fue una queja sino una sugerencia.
El que me embestía esta vez era Richard. Los labios de mi concha envolvieron su glande, aunque la tanga le impedía llegar más adentro, parecía que me estuviera penetrando. El muchacho se aferró a mi cintura y continuó empujando inexpertamente hacia adentro. Yo confiaba en que no consiguiera metérmela. No pretendía llegar tan lejos, de hecho ni siquiera debería estar haciendo esto.
- ¿Puedo probar yo también? – preguntó Erick mientras Richard continuaba frotándose contra mí.
- Bueno… sería injusto si te dijera que no, está bien – no podía creerlo, le estaba dando permiso a mi propio hermano menor para que me arrimara.
Su amigo se apartó y le cedió el lugar. Mi hermano menor no esperó a que yo me arrepintiera, casi de inmediato presionó con fuerza su pene contra mi concha. No pude evitar acompañar sus movimientos con mi cadera y soltar un leve gemido. La vagina me pedía a gritos que la penetraran pero yo no estaba dispuesta a hacerle caso. Dejé que mi hermano menor se entretuviera un rato y nada más. Luego de unos segundos Erick se apartó.
- Pueden hacer una ronda más cada uno y basta – les dije sin pensar con mucha claridad. Esto no podía terminar nada bien pero ya no podía deshacer lo hecho.
El primero fue Zabdiel, que se frotó con ganas contra mi vagina, al menos respetaban un poco mi cuerpo, ninguno intentó apartar la tanga para metérmela. En su turno Joel fue muy amable, no presionó con mucha fuerza, hasta parecía que lo hacía con cariño. Los penes abrían cada vez más mi concha, me gustaba mucho sentirlos ahí y cada vez me ponía más caliente. Cuando volvió a pasar Richard yo ya tenía las piernas más separadas, por lo que pude sentir su verga un tanto más adentro, pero aún no podía llamarse una penetración, aunque esto estimuló más a Richard, lo que hizo que me embistiera como si estuviera cogiéndome con ganas. Mi hermano menor también se portó de una forma similar a la de su amigo, no le importaba en lo más mínimo que yo sea su hermana mayor, con tal de poder restregar su miembro.
- Bueno, suficiente. Espero que hayan quedado satisfechos – dije dando media vuelta, ninguno tenía cara de satisfacción, al contrario, parecían desilusionados – sigan con la película, yo me voy a tomar algo y de ahí me voy a acostar.
Uno de los chicos estuvo a punto de quejarse pero lo miré con mala cara, cerró la boca al instante. Caminé hasta la cocina a paso lento sólo para corroborar que me hicieran caso, se sentaron ante la tele otra vez y pusieron la película en marcha. Busqué la botellita de agua en la heladera y tomé un largo trago con la esperanza de que eso me enfriara un poco. Miré mi concha sobresaliendo por los lados de la tanga, era una escena sumamente sexual y yo había estado así frente a mi hermano menor y sus amigos, me sentía avergonzada, sólo quería regresar a mi cuarto y no tener que verles las caras durante toda la noche.
Ninguno de los cuatro parecía muy interesado en la película, hasta sus penes se veían flácidos, me dio mucha pena verlos así. Los había ilusionado y ahora los dejaba solos. Caminé hasta mi sillón y les dije:
- Si quieren me quedo un ratito más, pero no se me vengan encima.
Estuvieron de acuerdo con la propuesta, eso los animó bastante y continuaron tocándose. Me senté en el sillón y dejé mis piernas un poco abiertas, me miraban más a mí que a la película, que se había transformado en solamente un ruido de fondo. Fui la primera en darse cuenta que la película había terminado y ya estaban pasando los créditos.
- Se terminó – les avisé – ¿tienen otra más o esa era la única?
- Tenemos muchas más – dijo Joel poniéndose de pie de un salto.
Se dirigió hacia una mesa que estaba detrás del sofá. Yo me acerqué para curiosear un poco y eso provocó que los demás también se levantaran. El chico delgado abrió una mochila y extrajo varias cajas de DVD, todos con portadas muy sugerentes y títulos sumamente raros. Me puse a analizar el material de estos muchachos cuando ellos volvieron a amontonarse sobre mí. Sentí sus dedos hurgando entre mis húmedos labios vaginales, pero no me animé a decirles nada.
- ¿Ya las vieron todas? – pregunté mientras Zabdiel me chupaba un pezón. Le agarré los testículos y los moví entre mis dedos.
- Si, ya las vimos a todas – contestó Erick – ya no son tan divertidas.
- Preferimos mirarla a usted – agregó Joel.
- Ahh q tierno – solté el DVD que tenía en la mano y agarré su pene como si fuera lo más natural del mundo y lo guie hasta la entrada de mi vagina, lo dejé frotarse un rato. Pude sentir mis fluidos bajando por la cara interna de mis piernas.
No solo las manos de los muchachos se mantenían ocupadas, mis manos pasaban de un pene a otro constantemente, me agradaba la idea de sentir tanta virilidad en ellos. Mi hermano menor se colocó detrás de mí y puso su verga entre mis nalgas, me agarró con fuerza y comenzó a moverse, su miembro surcaba mi cola de abajo hacia arriba.
- Se nota que les gusta frotármela. Me están poniendo un poquito incómoda.
- ¿Le molesta? – preguntó Joel apartándose.
- No es que me moleste, el problema es que ustedes se frotan y yo tengo la ropa interior puesta, y eso me hace doler – la verdad es que me gustaba mucho sentirlos a todos pegados a mí, solamente que la razón me decía que tenía que parar con todo esto, pero mi libido se oponía.
- ¿Y si se la quita? – sugirió Richard. Medité durante unos instantes, ¿qué pensarían las hermana mayors de estos chicos si se llegaran a enterar que yo me ofrecía como juguete sexual para ellos? La verdad es que yo soy hermana mayor de uno, y me gusta que mi hermano menor esté disfrutando. Ellas se lo pierden.
- Bueno, está bien. Después podemos seguir “jugando”.
Se apartaron dejándome espacio. No quería llegar tan lejos pero ya les había prometido diversión. Para colmo la tela de la tanga estaba empezando a irritarme mucho y ya no la aguantaba más. Me alejé un poco de ellos y les di la espalda, luego agarré mi tanga por los elásticos y tiré hacia abajo despacito, dándole suspenso a la situación, sólo podía imaginarme sus caras, pero seguramente estarían atónitos. Mientras más la bajaba más aliviada se sentía mi parte íntima, al llegar a mis rodillas incliné mi cuerpo hacia adelante así podía quitarla del todo y a su vez los chicos podrían admirar mi vagina por primera vez al desnudo. En ese instante volvieron a abalanzarse sobre mí.
- No se pasen – les advertí – no piensen que pueden hacer cualquier cosa.
Ninguno me respondió, enseguida sentí unos dedos tocando mi clítoris, eso me hizo gemir de placer. Yo tampoco perdí el tiempo, agarré una verga y la masajeé firmemente. Sentí que otra mano llegaba hasta mi concha y no se limitó con tocarla sino que introdujo un dedo, pude ver que esa mano era de Zabdiel, que comenzó a masturbarme. Agarré mi teta izquierda y se la ofrecí a Richard con un gesto, él lo entendió y me chupó el pezón con ganas. Yo deliraba de placer. Mi hermano menor había tomado el lugar de Zabdiel y era él quien me metía los dedos ahora. Había perdido de vista a Joel hasta que supe que se encontraba a mi espalda. Sentí su pene duro en mi cola. Mi culito no estaba lubricado, pero él había puesto saliva en su pene. Pude sentir mi culito abrirse apenas con la presión, me dolió un poco pero no quería que el chico se sintiera mal así que no dije nada, pero él volvió a presionar y sentí que estaba a punto de metérmela. No quería eso, me vi obligada a apartar su miembro con la mano, éste se deslizó hacia abajo quedando justo entre mis labios vaginales. Cuando él empujó hacia adelante su verga apareció en el frente, parecía que un pene estaba creciendo desde el interior de mi sexo, agradecía que no me la hubiera metido y que mi hermano menor hubiera apartado su mano a tiempo. Agarré la punta del pene que sobresalía y la levanté para que el tronco quedara bien encajado entre los labios de mi concha. Comencé a frotarme de adelante hacia atrás a lo largo de todo ese palo viril. Se sentía de maravilla, la cantidad de fluido vaginal hacía que el movimiento fuera suave y mi clítoris lo disfrutaba. Ya estaba tan caliente que no podía dominarme a mí misma. Cuando Joel se apartó agarré la verga de Richard y la dirigí hasta mi concha, la froté contra mi clítoris mientras con la mano libre agarraba la de mi hermano menor. Me moví de atrás hacia adelante rítmicamente haciendo que el pene en mi vagina se deslizara entre los labios, pero teniendo mucho cuidado de que no me penetrara. Joel aprovechó la oportunidad y acercó sus dedos a mi culo. Logró meterme uno al primer intento, se sintió espléndido. Entretanto yo había comenzado a frotarme sobre la verga de Zabdiel, quien intentó por todos los medios metérmela pero la tenía firmemente agarrada y no pudo hacerlo. El dedo de mi cola entraba y salía con libertad y llegó el turno de Erick para frotarse contra mi vagina. Luego de unos segundos Joel quitó su dedo y yo pude apartarme de los muchachos.
- ¿Nani, me puede dar un beso? – la pregunta de Richard me tomó por sorpresa, giré hacia él y lo quedé mirando.
- ¿Un beso dónde? ¿En la boca? – pregunté incrédula.
- No, acá – señaló la punta de su verga.
- Ahh pero qué vivo que sos – no pude evitar reírme de la sugerencia del chico.
- Es solamente un beso – insistió – no tiene que hacer nada más.
- ¿Nada más? ¿Seguro?
- Seguro…
- Dale nani, es solo un beso… uno para cada uno – acotó mi hermano menor. Mordí mi labio inferior, después de todo lo que les había dejado hacer, un simple beso en la puntita de sus penes no significaba nada.
- Está bien – accedí – pero se sientan en el sofá.
Obedecieron sin chistar. Se sentaron uno al lado del otro y yo me tuve que preparar para hacer lo prometido. La tremenda calentura que tenía me hacía actuar sin pensar mucho. Me acerqué al grupo de penes erectos y me puse de rodillas en el piso. Supuse que debía comenzar con Richard ya que él fue el de la idea. Tomé su verga con ambas manos y la miré detenidamente, de verdad tenía un tamaño considerable. Pude ver unas gotitas de líquido pre seminal saliendo de la punta pero eso no me detuvo. Acerqué mis labios y lo besé justo ahí, sentí el líquido pegajoso en mi boca, me quedé allí por unos segundos y luego me aparté sólo para acercarme al siguiente pene, éste era el de Zabdiel. Repetí la acción de tomarlo con las dos manos y darle un suave beso en la punta. No era la gran cosa, podía hacerlo tranquilamente hasta con el de mi hermano menor. De hecho a continuación le tocaba a él. Mis manos se aferraron con firmeza a su tronco y mis labios se posaron sobre su glande. Sentir esos penes rozando mis labios me ponía aún más cachonda. Tomé el cuarto pené, el de Joel, y lo besé con las mismas ganas que a los demás.
Noté que habían quedado poco satisfechos, de hecho yo también lo estaba, por eso partiendo desde Joel hasta Richard besé los penes otra vez, solo que ahora di un primer beso en los testículos, luego un par más en el tronco y al final otro en el glande, esto les gustó mucho más y yo podía sentir el sabor a pene en mi boca. Estaba tan excitada como ellos y necesitaba más. Me levanté y caminé hasta el sillón individual, allí me senté y me abrí de piernas, colocándolas sobre los apoyabrazos. Usando dos dedos abrí mi concha para deleite de ellos y les dije:
- Yo también quiero besitos.
No esperaron ni un segundo, se acercaron los cuatro. Richard y Erick se sentaron en el piso justo delante de mí y los otros dos se quedaron de pie, uno a cada lado. Al estar prácticamente acostada en el sillón, los penes de los chicos que estaban parados quedaban a pocos centímetros de mi cara. Los dedos de Richard se introdujeron en mi concha y mi hermano menor se concentró en tocar mi clítoris, parecían estar analizándola, como si se tratase de un bicho raro. Agarré las dos vergas que tenía a mi alcance y comencé a jugar con ellas mientras los otros exploraban el exterior e interior de mi sexo. Tanto toqueteo hacía que me mojara más. Introducían sus dedos con total libertad. Luego Richard se colocó de rodillas y apuntó su verga, primero pensé que me la quería meter pero me equivoqué. Comenzó a frotarla por afuera, se movía como si me estuviera cogiendo pero el pene se mantenía en el exterior.
- Mmmm, eso me gusta – dije y le di un beso al pene de Joel.
Richard se movió a mayor velocidad, yo sentía mi clítoris a punto de estallar, quería que me la metiera pero no me animaba a decirlo, la cosa es que el muchacho no siguió con eso, sino que metió la cabeza entre mis piernas y pasó la lengua por el centro de mi concha, solté un gemido de placer y pasé la verga de Zabdiel por mis labios. Luego Richard se animó a más, comenzó a chuparme la concha con ganas, se centraba más que nada en mi clítoris, al parecer tantas películas porno le habían enseñado cómo hacerlo. Mientras me la comía yo daba besos a los penes que tenía aferrados, me animé a sacar un poquito la lengua y a darle finas lamidas casi imperceptibles. Mi hermano menor tomó el lugar de Richard, al parecer habían establecido una rutina, primero frotó su verga por el exterior de mi concha, tal y como lo había hecho su predecesor, y luego se mandó directo a comerme la concha, Joel se apartó para reservar su turno y Richard me ofreció su pene. Continuaba dando besos a diestra y siniestra sin reprimir mis gemidos de placer, la lengua de mi hermano menor entraba y salía de mi vagina y luego me daba fuertes chupadas en el clítoris.
Tenía la cabeza inclinada hacia atrás y las piernas muy abiertas. Ya no podía luchar contra la tentación, me dirigí hacia el pene de Richard y le di una lamida a todo el largo de su tronco justo cuando mi hermano menor dejaba de chupármela y Joel ocupaba su lugar. Mientras Joel frotaba su pene contra mi concha yo le daba una lamida a la verga de Zabdiel pasando por su glande. El muchacho rubio se apartó para dejarle lugar a Erick, inmediatamente pasé mi lengua por su miembro, como si se tratara de un helado. Yo gemía sin parar, me sorprendía que Joel chupara tan bien mi concha, se la comía con placer, su cabeza se sacudía de un lado a otro haciendo brotar líquido de mi interior. En el momento en que estaba dándole una lamida a la verga de Richard ocurrió algo inesperado pero que en algún momento tenía que pasar. Mi lengua estaba a punto de llegar a su glande cuando fuertes chorros de espeso semen cayeron saltaron directo a mi cara, lo masturbé para que largara hasta la última gota. Casi al mismo instante Erick hizo lo mismo, haciendo saltar más semen sobre mi cara y mis tetas, como yo gemía por las chupas que me daban parte del semen terminó dentro de mi boca, estaba tibio y cremoso, no me molestó tragarlo. Le llegó el turno a Zabdiel, quien repitió la rutina de sus amigos, se frotó contra mi mientras Joel volvía a brindarme su verga, yo estaba empapada de semen y él vino dispuesto a darme más, acabó rápidamente sobre mi sin dejar de masturbarse, pude sentir algo más de leche dentro de mi boca aunque la mayoría había caído sobre mi cuello y mis tetas. Llegué a mi punto de quiebre y tuve un riquísimo orgasmo llenando de jugo la boca del muchachito rubio. Éste comprendió lo que había ocurrido y en pocos segundos dejó de chupármela, se acercó hasta mí con su verga en mano y se masturbó mientras yo frotaba mi clítoris. Recibí nuevamente ese líquido sexual sobre mi cuerpo, me sentía una puta de primera y no me importaba. Con una mano me masturbaba y con la otra esparcía toda esa gran cantidad de semen sobre mi cuerpo. Poco a poco me fui tranquilizando y recobré la cordura. Estos chicos debían pensar que yo era igual a las mujeres de sus películas porno.
Me reincorporé y los miré a todos con una sonrisa, ya había terminado todo y lo más extraño es que no me arrepentía de lo ocurrido, ellos lo habían disfrutado y yo también. Les dije que quería darme una ducha antes de irme a dormir, no podía acostarme con el cuerpo cubierto de semen.
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